#NosEstánMatando
Hemos perdido a Javier Valdez, en este México, en un país que nunca imaginamos. La sociedad mexicana completa ha perdido a una voz importante, valiente, libre. Y la hemos perdido con vergüenza.
Autor de libros como “Miss Narco” y “Huérfanos del Narco”, Valdez hablaba sin censura de este mal endémico en el corazón de nuestro país. Fue reportero del Noroeste y luego fundó —junto con otros colegas— Ríodoce. Javier apenas había protestado por el homicidio de Miroslava Breach: “A Miroslava la mataron por lengua larga. Que nos maten a todos, si esa es la condena de muerte por reportear este infierno. No al silencio”, escribió en su cuenta de Twitter.
Escribo el nombre de Javier Valdez con mucho respeto. También el de Miroslava. A manera de pequeño homenaje. No debemos, no podemos callar a los periodistas que están denunciando. Ese enjambre de gente valiente. Realmente para hablar, gritar, escribir y decir con verdad a este país, se necesita mucha rabia, mucha valentía.
Porque nos parecían lejanas, como de otro mundo, esas cifras estratosféricas de periodistas muertos en Sirio y en Afganistán. Ellos, los periodistas son los ojos y la voz de nosotros mismos, son los valientes que van y buscan e indagan para decirnos la verdad que no nos dicen las autoridades.
En bbc.con señalaron: “(…) el periodista que cubrió como nadie el narco mexicano”. Escribía, dicen, para que el horror no nos fuera indiferente. No a la indiferencia. Su poderosa labor contra el olvido fue reconocido con el Premio Moors Cabot a Ríodoce —presea que entrega la Universidad de Columbia— también le fue otorgado el Premio Internacional a la Libertad de Prensa que entrega el Comité para la Protección de Periodistas. Lo mataron en Culiacán, donde según señalaba el mismo Valdez: “Es peligroso estar vivo”. Javier dedico en alguna ocasión su valioso trabajo a “los niños y jóvenes que tienen una muerte lenta”.
Decía Diego Luna (publicado el martes por El Universal) al respecto: “Un país sin prensa libre no es una democracia”. Y yo como muchos, con el corazón destrozado diría: Pero ¿es verdad? ¿Vivimos en un país en democracia? Hoy tengo desesperanza, otra vez y tristeza.
Hablamos, protestamos, nos unimos, pero ¿qué hacer? Javier —como muchos asesinados por sicarios— dejó una familia, una hija. México está lleno de familias rotas, rotas con sangre y con violencia.
>Es difícil pensar y siempre que veo o me doy cuenta de este tipo de actos, tan llenos de barbarie me vienen a la mente preguntas muy básicas: ¿Cuántos sicarios tiene este país? ¿Qué pasó con los modelos educativos? ¿No íbamos a educar a la gente para ser mejor sociedad? ¿Abrir como nación opciones de empleo?
Hay gente que mata gente por 500 pesos.