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Mujeres víctimas vs hombres verdugos

Una realidad ineludible: de que hay víctimas, hay verdugos.

El dolor de ser presa de un hombre depredador es una injuria para el alma.

La humillación, el desdén, el rechazo, el acoso interminable y furioso de un varón a una hembra es simplemente odioso.

Existen cientos de historias trágicas de mujeres pisoteadas por el orgullo, la vanidad y la violencia de un hombre insensible que no supo valorar el encanto de su mujer.

Lo que para un verdugo es tan sólo un instante, para su víctima es toda una página del libro de su historia. El cadalso de la vida se convierte en una ruta de sufrimiento cuando el castigador espera, con una risa burlona, ver caer la cabeza rodar de su víctima. No hay sentimientos ni aspavientos, sólo el firme movimiento de su hacha.

El drama de la vida ha protagonizado este fatal encuentro. La víctima busca a su verdugo y éste, a su vez, a su víctima. Dueto nefasto, pero verdad efectiva. Uno a otro se persiguen, porque el dolor de la culpa se recarga en el otro y no en sí mismo. Si soy la víctima, el culpable es el verdugo y viceversa.

Hay quien afirma que las mujeres han encontrado su atuendo predilecto en la víctima y diseñado un verdugo en cada varón. Si el telón de la obra se baja y el final es de fantasía, entonces el hombre es un adorable príncipe. Si resulta lo contrario, es un espantoso monstruo que se ha transformado en verdugo.

Las mujeres tienden a creer que ellas no son verdugos, que sólo es un papel que saben desempeñar los hombres. Pobrecitas, tiradas al suelo y llorando las tragedias de sus vidas acusan, al padre, al hermano, al esposo, al ex novio, al jefe del trabajo y todo el que las haga sufrir, porque ellas no son capaces de hacerle lo mismo a los demás.

Me pegan, me ignoran, me traicionan con la infidelidad, me mienten, me esconden el dinero, me gritan, me presionan, me insultan y, en fin, todos los males que les agobian son culpa de algún despiadado macho que no supo valorar la sensibilidad y ternura de sus maravillosos o encantos.

Los despiadados verdugos danzan con sus filosas espadas en busca de una mujer que los desafíe y les muestra desobediencia y falta de sumisión para aplicarles el merecido castigo a su insolente conducta.

Una lucha entre dos tipos diversos de personalidad. El verdugo toma iniciativas y acusa, enjuicia y condena a la horca a sus hermosas víctimas. En cambio, la víctima caracteriza el dolor de sentirse vejada, violada, violentada y maltratada. Sabe regodearse en su papel de atormentada y no dará marcha atrás para recapacitar que ella también puede incursionar en el papel de verdugo, que tanto le molesta.

Ni uno ni otro, diría el sabio. Se trata de dejar de jugar semejante tragicomedia. Y detener la lucha entre victimarios y
acusadores.

Aceptemos que sufrimos porque nos toca, porque lo permitimos, porque así es la vida.

Dejemos de acusarnos y acúsate a ti mismo de los problemas en los que te has metido.

El verdugo toma iniciativas y acusa, enjuicia y condena a la horca a sus hermosas víctimas. En cambio, la víctima caracteriza el dolor de sentirse vejada, violada, violentada y maltratada

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