Ideas

Miedo, odio, ignorancia

El objetivo último de cualquier ataque terrorista es provocar miedo, y lo logran. Pero más allá lo que generan es odio. El miedo y el odio suelen ser compañeros de viaje, nacen y se desarrollan juntos, de la mano de la misma madre: la ignorancia.

La característica principal de un acto terrorista es la sorpresa. Nunca sabe quién, cuándo y a qué horas van a atacar. Es sorpresivo, aleatorio, impredecible, por eso es eficaz, porque lo que genera en la población es miedo. Es muy plausible que los catalanes hayan salido a gritar “No tengo miedo” después del ataque en la Rambla, pues entendieron muy bien de qué va el terrorismo, pero es poco creíble. Barcelona tardará muchos meses, si no es que años, en digerir un golpe como el de la semana pasada. Es normal y, aunque las marchas funcionen como una especie de terapia grupal, superar el trauma no será sencillo.

>

Detrás del miedo lo que suele aparecer es el odio. El fin de semana mezquitas en Sevilla, Granada, Logroño y Tarragona denunciaron actos de odio, desde pintas y amenazas hasta manifestaciones islamofóbicas, como si los actos terroristas fueran producto de una creencia religiosa o una forma de ver el mundo. El que los nazis católicos hayan atacado y emprendido una guerra de odio contra los judíos a mediados del siglo XX no hace a la iglesia católica responsable de la masacre, independientemente de que algunos de sus jerarcas de la iglesia hayan apoyados con acción u omisión esas atrocidades. >

El miedo y el odio son, pues, hijos de la misma madre: la ignorancia. Ambas son actitudes irracionales, pero paradójicamente, muy humanas. Tememos y odiamos lo que no entendemos, lo que amenaza nuestra seguridad, pero no solo la seguridad física, también la seguridad emocional. Somos capaces de odiar a quien piensa distinto a  nosotros porque su sola existencia implica la posibilidad de que yo esté equivocado. Tememos al otro, al diferente, porque no sus creencias ponen las mías en duda, porque por más fuerte que sea mi fe, su sola existencia abre la posibilidad de que la mía no sea la única.

Podemos repetir una y otra vez que la Yijad no es el Islam; que los grupos radicales tienen un componente mucho más político que religioso, que a pesar de que el discurso esté basado en fundamentos teológicos y sea apoyado por Imanes, hay un abismo entre el Islam y el terrorismo, pero emocionalmente eso no basta. Todo sistema de creencia tiene una dimensión política que se engrandece gracias al miedo y al odio.
No hay que ir a Europa ni ser víctimas de ataques terroristas para enfrentarnos a esta realidad. Todos los días en esta ciudad, en este país, somos víctimas y victimarios  del odio y del miedo al otro; todos los días somos víctimas de nuestra propia ignorancia y victimarios de otros a quienes, consiente o inconscientemente, imponemos violentamente nuestro sistema de creencias. >

Sigue navegando