Males necesarios
Canta Óscar Chávez en “El pueblo y el mal gobierno” la siguiente copla: Pueblo mío dicharachero / paso, y te debo decir, / vergüenza pa’ conseguir / prestamos del extranjero. / Necesitamos dinero, / dólares frescos, mi amor, / para el agro exportador, / la industria y el desarrollo. / Y ando detrás de ese apoyo / aunque me cause dolor”. A partir de ahí, el pueblo, molesto, responde en segunda voz: “A mí no me eches la soga, / no soy chile de tus moles. / Yo ni un plato de frijoles / he tenido de esa droga. / Hasta ahorita que te ahoga / quieres que sea mío el oruto, / la deuda es tuya por bruto / y por tanta corrupción. / Mula gobierno chillón / se me hace que hasta eres… de ésos”.
La canción, escrita por Guillermo Velázquez Benavides, ya peina canas y sirve para demostrar que en materia de política nacional todo es refrito o, como diría mi madre, es la pura “sup du yur”, refiriéndose al recalentado del día anterior.
Hoy Jalisco vive su bonita crisis bananamericana. Resulta que no se pudo pagar lo que se gastó en campañas —digo, en estadios— y que ahora pagaremos créditos per saecula saeculorum. Lo triste es que lo sabíamos, que no hay novedad y que no importa. Todos los culpables quedan tan campantes.
Si el crédito es un mal necesario para salvar la aplastante nómina del infame congreso estatal (lo escribo con minúscula porque no merece la gentileza de una mayúscula), que hasta en las últimas legislaturas sólo ha servido para dos cosas (para robar y para nada), y si Jalisco está en quiebra, entonces propongo algunas consideraciones paralelas a la posibilidad de endrogarse, a saber:
Uno: teniendo en cuenta que el congreso es completamente inoperante y carísimo, yo digo que nos quedemos sin congreso (otra vez con minúscula); total, estaríamos mejor si esa bola de pelafustanes no se juntan. Ok: se necesita un Congreso, pero entonces que sea honorario y que tenga reuniones cada tres o seis meses. Se convoca a los congresistas, que son ciudadanos, dentistas, peatones, verduleros, tianguistas y titiriteros, para resolver y votar el puño de cosas que se consideren necesarias. Se mantiene un pequeño número de empleados en la vida cotidiana y a otra cosa, mariposa. Con lo que nos ahorramos de sueldos groseros, pagamos.
Dos: que se revisen los bienes de los gobernadores, diputados y funcionarios de alto calibre de administraciones anteriores, sobre todo aquellos a cargo de los fondos panamericanos (aunque también me gustaría saber cómo le hace Aristóteles Sandoval para tener tanto relojito tan fino) y aquellos que tengan bienes como, digamos, casas a nombre de personajes imaginarios como Juan Cocker, que los metan a la cárcel y se les confisquen los bienes. Si quieren sanear las finanzas, hay que sanearlas, pero no a costa de un crédito al erario para tapar el boquete que ellos mismos crearon, porque eso sólo nos va a conducir por el camino que llevó a Grecia a su enorme crisis financiera.