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Madero, el mejor PAN para el PRI

Está muerto el PAN?, es la pregunta que circula entre muchos de los de la vida política y que resuena ahora que Gustavo Madero fue reelecto al frente de este instituto político. La respuesta es no: por supuesto que el PAN no está muerto, pero tiene un grave problema de identidad y estabilidad emocional, que hará que su futuro cercano sea lo más parecido a un histérico en la política. Despacio y por partes, como diría el destripador.

El PAN es hoy por hoy el tercer partido político nacional, pero, gracias a las pugnas internas del PRD y a la gran capacidad de autodestrucción que tiene la izquierda con López Obrador a la cabeza, en la próxima elección será, casi seguro, nuevamente la segunda fuerza electoral. Con Gustavo Madero al frente del panismo por cuatro años más, el PRI asegura un aliado políticamente barato en las cámaras, esos que se arreglan con dinero. Más aún, la apuesta de Madero es que las reformas, las mismas que el PAN quiso hacer durante 12 años y que no pudo lograr por falta de capacidad política, lejos de beneficiar al PRI en la elección intermedia lo van a perjudicar, sobre todo en los estados del Norte y en los sectores de clase media afectados por la reforma fiscal, con lo cual el PAN puede aspirar a crecer su presencia en las dos cámaras y algunas gubernaturas.

Pero el PAN pragmático, negociador y a las caiditas que plantea Madero va a dar resultados en el corto plazo y para ciertos grupos puntuales de panistas, pero lo va a convertir en un partido ideológicamente desdibujado, y con una identidad no sólo alejada de los principios que le dieron origen (ese partido romántico que hoy, es cierto, no tiene sentido ni cabida en la lucha por el poder), sino de un proyecto alternativo de país. No es que Cordero hubiese planteado una gran visión en su campaña para presidente del partido, o que nada tuviera que ver con la debacle del partido que gobernó, con resultados muy mediocres, el país durante 12 años, pero los pocos panistas con visión terminaron de su lado.

Salvo que ocurra una debacle con el Gobierno de Peña Nieto, pues en política todo puede suceder, lo que está haciendo el PAN, al no plantearse una autocrítica que le permita pensar en un proyecto distinto de país y, por el contrario, presentarse como un partido histérico y sin identidad propia, es entregar la elección del 2018. Los priistas tienen mucho que celebrar de la elección panista del día de ayer.
 

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