Los regalos de los Reyes Magos
Nunca había entendido por qué le habían llevado mirra, incienso y oro al niño Jesús hasta que leo lo que Marco Polo observó cuando pasó por Save en la antigua Persia para luego dictárselo a Rustichello de Pisa, caminando de un lado para el otro, como león enjaulado, mientras recordaba lo siguiente:
«En Persia se encontraba la ciudad de Sava, de donde partieron los tres Reyes Magos cuando vinieron a adorar a Jesucristo. En esta ciudad están enterrados en tres grandes y magníficos sepulcros. Encima de los cenotafios (los monumentos donde no está el cadáver del personaje a quien se le dedica) hay un templete cuadrado, muy bien labrado y estos sepulcros se hallan el uno junto al otro. Los cuerpos de los reyes están intactos, con sus barbas y sus cabellos. Uno se llama Baltasar, el otro Gaspar y el tercero Melchor.»
Meser Marco —nos dice Félix Pita Rodríguez en "Elogio de Marco Polo"—, interrogó a varias personas sobre los tres reyes magos y nadie supo dar razón de ellos, exceptuando que eran reyes y que fueron sepultados ahí en la antigüedad. Pero les voy a referir lo que averiguó más tarde sobre el caso y Rustichello tomó nota:
«Un poco más lejos, a tres días de viaje, se halla un alcázar llamado Cala Atapereistan, lo que en nuestra lengua significa: ‘Castillo de los adoradores del fuego.’ Y esto es la verdad, pues estos hombres adoran el fuego y les diré por qué lo adoran: las gentes de ese castillo cuentan que en la antigüedad salieron tres reyes de esta región para adorar a un profeta que acababa de nacer y a llevarle tres presentes: oro, incienso y mirra, para saber si ese profeta era un dios, un rey terrestre o un médico. Pues dijeron que si tomaba el oro, era rey terrenal; si el incienso, era un dios; si la mirra, entonces era un médico... El niño cogió las tres cosas y, en cambio, les entregó un cofrecillo cerrado. Los tres reyes volvieron después de esto a sus respectivos países y cuando hubieron cabalgado algunas jornadas se dijeron que querían ver lo que el niño les había dado. Y al abrir el cofrecillo se encontraron que tenía una piedra... Los tres reyes tomaron la piedra la echaron a un pozo, ignorando su significado, y cuando la piedra cayó al pozo, un fuego ardiente bajó del cielo y penetró en el pozo. Cuando tal vieron los reyes, quedaron estupefactos y se arrepintieron de haber tirado la piedra, pues era un talismán. Cogieron del fuego que salía del pozo para llevarlo a sus respectivos países y ponerlo en un magnífico y rico templo. Y desde entonces está ardiendo y le adoran como si fuera un dios... Y son numerosos los que adoran el fuego en esta región...»
Y así es como Marco nos contó esta versión de la leyenda de los Reyes Magos que, a su vez, es la raíz de la otra en donde no hay establo, ni estrella guía, ni reyes que no saben lo que van a encontrar sino que, se preguntan entre ellos, si ese que nació es un rey de la tierra, un médico o un dios. Y cuando regresan a sus países, lo que traen es el fuego que les sirve para adorar al sagrado fuego que Zoroastro había proclamado como el dios supremo muchos siglos antes de Cristo.
Bueno, así es esto de las leyendas y de los regalos.