Los “escuadrones de la muerte en México”
''Escuadrones de la muerte en México'' se llama el libro que Ricardo Monreal Ávila presentó ayer en San Lázaro. Nada de lo que dijo allí tiene desperdicio. He aquí:
“Hay siete cárteles, 28 grupos importantes (de delincuentes) en el país y casi 180 grupos diseminados. Todos ellos suman entre 180 y 200 mil integrantes que forman parte de estos comandos de escuadrones de la muerte.
“Evolucionaron estos grupos paramilitares, que no son como el batallón Olimpia, Los Halcones o las Brigadas Blancas, toleradas por el Estado. Ahora, además de haber oficiales, hay privados, paralelos e insurgentes (…) El Estado ha perdido el monopolio del uso legítimo de la fuerza. Y lo digo con todas sus letras. Porque hay grupos económicos, empresariales, que tienen sus propios comandos y el Estado no tiene control sobre ellos.
“Los grupos de autodefensa son, finalmente, grupos que escapan del control del Estado. Los denomino insurgentes. Y los grupos paralelos son grupos que se alquilan para distintas tareas, todas ilícitas, como el cobro de impuestos ilegales, cobro de rescates, extorsiones, secuestro, trata de personas, venta de droga…
“Este libro, investigación de cuatro años, surgió el día en que, siendo senador, presenté un punto de acuerdo en el que plantee que fuera exhortado Calderón a que informase sobre la existencia de escuadrones de la muerte. Meses después respondió que no existían.
“El propósito del libro no es comercializarlo, sino llamar la atención del gobierno de que el país está en un grave riesgo y de que hay un proceso de descomposición, una mala estrategia para enfrentar a la delincuencia organizada y a los escuadrones de la muerte. Y de que no se resolverá el problema con más cárceles, más jueces, más soldados más armas. O importando ex combatientes de Iraq, o soldados israelitas o alemanes. Sino un enfoque hacia la política social: empleo, educación, salud, desarrollo económico.
“Entrevisté durante meses. Entrevistas concretas de participantes e integrantes de escuadrones de la muerte, que compilaré en un segundo tomo. Por ejemplo, a un adiestrador israelí que formó grupos aquí en México, en Monterrey, Guadalajara y León; unos 340 elementos para seguridad personal de empresarios.
“Está grave el asunto, porque esta seguridad privada adiestrada no está bajo control de la Secretaría de la Defensa Nacional ni de Seguridad Pública ni de Gobernación ni de nadie. ¿Qué hacen cuando están francos; o cuando renuncian? ¿Qué hacen cuando no están de servicio? Pues no, no hay un seguimiento puntual al tema de los escuadrones de la muerte privados.
“(En el libro están registrados) temas concretos como el de Acapulco, Michoacán, Tamaulipas. De cómo se diseminaron después de la captura de sus jefes. De cómo se multiplicaron los grupos del cartel; de cómo cada lugarteniente hizo su propio grupo cartel o grupo comando (…) Toco el tema de los niños sicarios. La deserción militar. La contra insurgencia con tentación del gobierno de Estados Unidos para combatir el narco en México. Las categorías o denominaciones de narco insurgencia y narco terrorismo.
“Ha dicho el gobierno que es falso que haya escuadrones de la muerte; pero yo creo que no haría mal en reconocerlo; si quieren con otra denominación, pero hay grupos que se dedican a exterminar, a matar. Y el gobierno está pasivo ante la lucha entre cárteles.
“El combate a estos grupos requiere de labores de inteligencia, coordinación, depuración policiaca y formación. Y de una auténtica política de desarrollo, empleo, educación, salud y desarrollo económico.
“Hay muchos, muchísimos jóvenes rechazados de las universidades, incluida la UNAM, y están siendo fácilmente reclutados por el crimen organizado. Un altísimo grado de descomposición social reflejado en respuestas como la que me dio el niño zacatecano que hace poco mataron. Le pregunté: ‘¿Cuántos muertos llevas?’ Me contestó: ‘33, pero es un trabajo como el suyo. Es mi chamba’…
“Insisto (en el libro): no es asunto de policías o de armas. Se requiere un replanteamiento general de la estrategia contra la inseguridad pública en el país y una combinación afortunada de una política social efectiva: no cerrar los espacios a los jóvenes; abrir a ellos las universidades públicas. Es más barato tener a un joven en la universidad que tenerlo en la cárcel.
“Hay lugares completos en el país donde no hay control institucional, donde están bajo el control estricto del crimen organizado, de los escuadrones de la muerte. Hay ciudades completas, pueblos completos, regiones completas en donde pagan impuestos al crimen, donde pagan derecho de piso, derecho de seguridad, extorsión, trata de blancas, permisos, cantinas, salones de baile, restaurantes. Es, verdaderamente, una economía paralela ilegal. Por eso digo que el Estado mexicano ya perdió el control (…) La expresión ‘colombianización’ no me atrevo todavía a aceptarla para México. Es, como aquí describo, unas pláticas que tuve dentro del Comando Norte en Estados Unidos, en que ellos insistían en que México estaba en una etapa de narco insurgencia, y en un proceso de descomposición profunda por la presencia del narcotráfico, e incluso llegaron a afirmar que había el riesgo de que el gobierno podría estar en manos de un narcotraficante”.
Al final, Monreal insistió en que el problema del país “sigue siendo la corrupción y la impunidad con la que actúan esos grupos”.