Ideas

¡Lo auténtico nunca se olvida!

Por Xavier Toscano G. De Quevedo

Durante el transcurso de las últimas décadas, pero mucho más acentuado y notorio en los años que llevamos del nuevo siglo, en nuestra ciudad y de igual forma en todo el país, cuando en alguna reunión entre los invitados se encuentre alguna persona a quien le guste el espectáculo taurino, prontamente alguien que este presente en el convivio tratará de establecer la conversación, con el tema que está de actualidad y que cualquier aunque desconozca o no sea adepto a la fiesta brava, puede tocar; “¡amigo, hoy en día algunos lugares y principalmente los políticos están atacando con mucha fuerza a los toros y prohibiendo las corridas!”

Y tienen razón, si es un tema de actualidad, pero no podrían tener otra plática porque la fiesta en nuestro país ya no provee de argumentos para hablar positivamente de ella y mucho menos para quienes nunca han tenido el gusto por los toros. Imposible ha sido en los últimos años –20 o más– el intentar establecer una conversación agradable sobre el espectáculo taurino que se da en nuestro México, porque la insensatez, los absurdos y los abusos de las –egocentristas– empresas acaparadoras de plazas, la han convertido tristemente en una fiesta mediocre, anodina e intrascendente, que lo único que han logrado es acrecentar la desesperación y el desanimo de los ya muy contados aficionados –los que pagan con su dinero el boleto– y mucho menos han conseguido (ni nunca lo conseguirían) despertar el interés de los públicos ocasionales.

Y mucho menos se les podría hablar de los toreros actuales, porque todos les serían desconocidos, la mayoría por su nula y exigua trascendencia, o quizás por su falta absoluta de personalidad, pero el hecho real es que ninguno ha tenido la capacidad de proyectar una imagen importante en nuestra fiesta, razón por la cual han transitado en el anonimato de nuestra sociedad. Si a caso, y únicamente entre aquellos que más o menos se enteran de alguna información de nuestra fiesta, han escuchado algo sobre Joselito Adame y su estadía por España, obviamente de su participación exclusivamente en las plazas importantes, pero de los demás nada.

Así es como suele suceder en estas reuniones y pláticas, asociando además el desconocimiento de la problemática y los verdaderos fines que persiguen los políticos empeñados –arbitrariamente– en desestabilizar o bloquear nuestra fiesta, lo mejor es desviar el tema, y prefiero preguntarles a mis amigos; ¿aparte del tema de las prohibiciones que ya estas enterado, qué más conoces sobre la fiesta brava?, ¿hoy viene a tu memoria algún torero importante? y como es obvio y natural, todos, aunque nunca hayan asistido a una corrida, invariablemente contestan, sí a “Manolete”.

Mañana se cumplirán 67 años de la tragedia de Linares, y probablemente serán muy pocos los que estando ese día en la plaza aun se encuentren entre nosotros –bueno, Canito el fotógrafo sí– y sin embargo todos, aficionados y los que nunca lo han sido, saben algo de él. Es Manolete un referente de la fiesta brava en la historia, es el más mítico, magnánimo y colosal de todos los hombres que han pisado la arena de las plazas de toros. Porque Manolete es la esencia y verdad de este bello, paradójico, lleno de misticismo, de magia y sobre todo el único espectáculo que es propiciado por el más bello ejemplar de la naturaleza: el toro bravo.      
   
Manuel Laureano nace en la ciudad de de Córdoba el 4 de julio de 1917. Hijo del matador de toros Manuel Rodríguez que también se anunciaba en los carteles como Manolete pero que era más conocido como el “Sagañon” y de Doña Angustias Sánchez Martínez que había enviudado unos años antes del torero Rafael Molina Martínez “Lagartijo Chico”. Fue sobrino nieto de José Dámaso Rodríguez y Rodríguez “Pepete” quien en el año de 1862, un 20 de abril, perdiera la vida en la vieja plaza madrileña que se levantaba frente a la Puerta de Alcalá. ¡Que paradojas de la vida!, un toro de Miura de nombre “Josinero” le quitó la vida y 85 años después “Islero” también de Miura terminaría con la vida de Manuel.   
   
Para Manolete, el valor era la virtud y característica más esencial en el hombre. Le gustaban los gestos de aquellos que siempre decían, hablaban y actuaban con verdad, y le molestaban de sobremanera los falsos y molestos aduladores. Manolete nunca jamás pretendió buscar un aplauso a cambio de una sonrisa, como tampoco fue dado a las argucias ni a los engaños, cuando él daba las gracias a los aplausos, lo hacia siempre con la sobriedad y el respeto que sólo pueden tener los privilegiados.          

Manuel Laureano Rodríguez Sánchez “Manolete”, hombre de estirpe torera, sinónimo de verdad y autenticidad en la fiesta brava universal. Cómo quisiéramos que algún día en nuestro país surgiera un torero que lograra tener cuando menos una pequeña parte de su carisma  y su personalidad. Y que además llegara con el entendimiento y la convicción clara y precisa de que la fiesta en nuestro país solamente logrará resurgir cuando de nuevo esté presente en los ruedos, el eje central y único del espectáculo: su majestad El Toro Bravo.  

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