La toma de la Webstilla
Para mi hermana María Elisa (1971-2012)
He cumplido dos años activo en twitter. Recuerdo que una de mis primeras impresiones al llegar a la red fue que la autoestima de los usuarios dedicados a las letras era más que notable. Es decir, que una cantidad asombrosa de ellos creía estar descubriendo el agua tibia: algunos defendían la idea de que los más sentenciosos de entre sus tuits no eran aforismos, sino muestras de un género insospechado e inclasificable; menudeaban quienes proponían sus palíndromos como un arte nunca antes visto; aparecían como honguitos, por miles, aquellos dedicados a los “poetuits” y no faltó quien intentara una novela por entregas, de tuit en tuit, misión heroica y delirante que equivale a rellenar un lago a fuerza de escupitajos.
Unos pocos meses después de mi desembarco, tuve el involuntario honor de participar en un encuentro literario/tuitero, que era, a decir verdad, exactamente igual a uno común, pero con el público y los escritores diciéndose cosas los unos a los otros por tuit en vez de en voz alta. Como sería de esperar (porque la inteligencia, ay, no es democrática), algunos han aprovechado mejor que otros las posibilidades de la red. Pero no puede escamotearse el hecho de que existe una amplia gama de tuiteros “puros” a los que vale la pena seguir, gente que ni publica en revistas ni saca libros ni da entrevistas, pero que emplea sus 140 caracteres para crear una voz que queremos seguir leyendo. O, sea: literatura.
Sin embargo, creo que esa dimensión estética del tuit (que, sin ser despreciable, tampoco es que haya cambiado aún la historia de las letras, como algunos iluminados pretenden) ha sido superada por el uso político que se le está dando a la red. Pese a los antecedentes de Egipto, Nueva York o España, pocos fueron capaces de prever el dolor de cabeza que los tuiteros le darían a los partidos y candidatos que se encuentran compitiendo en pos de la presidencia de este país.
Si en las letras apenas comienza a percibirse la posibilidad de un cambio en las relaciones de poder entre editores, críticos, escritores y lectores gracias a las redes sociales, en política parece estar sucediendo ya.
Sin que haya apuntado aún la ira tuitera como blanco al modelo económico, que es el tema de fondo en las protestas de #OccupyWallStreet, por ejemplo, el movimiento #Yosoy132 ha cambiado el guión de las campañas y sacado del sopor a miles de jóvenes. Ojalá y los 140 caracteres alcancen para más que repetir chistes o consignas y se abra paso a reflexiones y acciones que modifiquen, para bien, el rumbo que parecen tomar las cosas. Si eso se logra, poco importará que ninguna literatura de valor salga de los tuits.