Ideas

La imagen física de Dios

La pluma del más hábil historiador fracasaría al describir esa imagen en toda su grandeza. El hombre tendrá siempre una incapacidad para desvelar el misterio divino de Cristo. Pintar sus rasgos humanos carece de documentación. Fray Angélico: “Quien quiera pintar a Cristo sólo tiene un procedimiento: Vivir con Cristo”. Zaqueo decía que era bajo. María Magdalena lo descubrió entre los comensales deduciendo que era hermoso. A través de los siglos han presentado  múltiples retratos suyos trazados con cincel, pincel, pluma, ninguno con garantía de autenticidad. La Verónica, según la tradición, salió al encuentro de Cristo cuando iba al Calvario, mereciendo quedara la cara grabada en el velo con que limpió su sudor y sangre. El Rey Adgar de Edesa, no pudiendo decidir a Jesús que viniese a refugiarse en su reino, envió a un artista para hacerle un esbozo físico. Deslumbrado por el brillo de sus ojos, el artista trabajaba inútilmente hasta que el modelo, aprovechando el manto del pintor, dejó su rostro impreso. Mito. Testimonio de Antonio de Piacenza, en su relato de la peregrinación a Tierra Santa en el año 550, asegura haber visto sobre una piedra del monte Olivete la huella del pie del Salvador, pequeño y gracioso, y un cuadro pintado del Salvador que aparecía de estatura mediana, hermoso rostro, cabellos rizados, manos elegantes y dedos finos. Andrés de Creta afirmaba que en Oriente se consideraba como retrato de Cristo —pintura atribuida a San Lucas— como cejijunto y rostro alargado, bien proporcionado de estatura. La Edad Media, ávida de detalles curiosos, inventó una carta de Pluvio Léntulo, gobernador de Jerusalén, escribiendo al senado y al pueblo romano, hablando del profeta aparecido en Galilea, sin valor histórico: “Tiene el rostro venerable, quienes lo miran pueden temerle y amarlo, cabellos color avellana, tez sana, nariz y boca sin defectos, estatura esbelta y erguida, es el más hermoso hijo de los hombres”. Los evangelistas se desinteresaron de su físico. San Policarpo, discípulo de San Juan Evangelista, decía: “La imagen de Jesús es desconocida”. San Agustín, siglo IV: “Ignoramos  por completo cómo era su rostro”. San Irineo dice que era débil y enfermizo. San Justino: no había arrogancia ni prestancia en su cuerpo, ni belleza. Frente a estas opiniones están muchos santos padres y escritores eclesiásticos, como San Juan Crisóstomo, San Ambrosio, San Gregorio de Nisa, que le han desechado de toda perfección. El arte intentó mostrarlo en diversas formas, por los modelos simbólicos de las catacumbas, estatuas y  relieves, de pelo ensortijado recuerdan a Orfeo de los misterios paganos, hasta llegar al arte Bizantino que se extenderá por toda la cristiandad.  Los artistas lo representaron con poder, fuerza que se apodera de los corazones, y finalmente la gracia sobrenatural y aire dramático del que pudo decir: “Yo no he venido a perder a los hombres, sino a salvarlos”. Cada raza y época pondrá su figura ideal del Redentor. Facio del siglo IX, Patriarca de Constantinopla: “El rostro de Cristo es diferente a los romanos, griegos, etíopes e indios, pues según éstos se les aparece bajo el aspecto que le es propio a cada quien”. San Cipriano dice: “En vosotros mismos es donde me veréis, como ve un hombre su propio rostro en un espejo”.

“He aquí al Hombre”, traducción en la Vulgata Latina, dado al pasaje del evangelio de San Juan, acerca de las palabras pronunciadas por Poncio Pilatos, gobernador romano de Judea. Presentando a Jesús de Nazareth ante la muchedumbre, sometiéndole al destino final del reo. La escena: Cristo atado a la columna de la flagelación y la coronación de espinas. La frase evangélica es una presentación cuasi judicial, similar al término jurídico, HABEAS CORPUS, su uso está vinculado a una imagen  de deterioro,  físicamente maltrecho, enunciado como vino hecho un ECCE HOMO. Cristo doliente, Cristo del dolor, Cristo de la paciencia, Cristo en desgracia, aparece semidesnudo con una caña en las manos que representa un cetro en son de burla, su delito fue ser Rey de los Judíos, es decir, Mesías. Por este motivo, los romanos sarcásticamente pusieron en lo alto de la cruz: INRI.

Es la manifestación en todas las artes más sublimes el: ECCE HOMO.

maya.navarro@hotmail.com

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