Ideas

La fachada emocional

Nuestras casas tienen una fachada que suele ser la que mostramos a la calle, es decir a la vista de los demás. Para muchas personas la fachada es muy importante,  porque es la apariencia de lo que queremos dar al público.

Es la primera impresión, lo que se supone va a quedar más guardado de lo que somos.

De igual manera sucede con el rostro, el atuendo, la ropa, nuestras actitudes, y desde luego la educación que mostramos.

Qué decir de los miles de millones que se invierten, o gastan, en cuidar la apariencia personal. El mundo de los cosméticos, joyas, maquillajes y peinados es una realidad que las mujeres cuidan, con especial elegancia, porque mucho de su éxito personal, creen ellas, descansa en lo que los demás ven de su fachada.

La industria y el comercio del embellecimiento personal, desde los perfumes, hasta los accesorios tratan de inculcar la importancia del cuidado que le hemos de dar a nuestra imagen.

Sin embargo, y aquí viene lo paradójico, las personas invertimos lo mínimo, si no es que de plano nada, en nuestra apariencia emocional. Desde los modales, los manerismo y claro está el humor con el que vivimos, se descuida tan abruptamente, que a todas luces los esfuerzos alcanzados en crear una buena imagen, con modernos y sofisticados peinados o maquillajes profesionales, se vienen abajo con muecas y gestos que reflejan frustración, enojo, ironía, inconformidad y hasta intriga e intromisión.

El mal manejo de las emociones o el simple acarrear emociones negativas, afean a una persona. Sencillamente porque se cree que no son visibles a los ojos de los demás. Y ésa es una suposición muy equivocada. Creo que todos tenemos la sensibilidad suficiente, desde luego uno más que otros, para detectar la amargura donde la hay, al igual que lo prepotente y engreído. El mismo Aristóteles decía que en cuestiones de amor no hay máscara que cubra donde lo hay, que cuando no. Y así mismo parece suceder con las emociones. No hay maquillaje, ni peinado, ni perfume, ni vestido de gala, que disimule a una mujer frustrada o enojada y triste con la vida.

Su fealdad emocional será transparente, evidente, obvia, traslúcida y lo peor aún,  que los demás se percatarán al instante de su vejes emocional, de sus arrugas y verrugas, de su celulitis sentimental y de su mal aliento.

En un mundo tan superficial y endémico, tan de apariencias y poses no hemos caído en cuenta de que también debemos de poner énfasis en nuestra belleza emocional, en nuestras actitudes y modales, en nuestras muecas y lenguaje corporal. Que finalmente, también hablan de nuestra belleza de nuestro esmero por ser mejores personas para y con los demás.

Ojalá y que reflexiones y trates de cuidar de ti misma en tu mundo emocional y sentimental, tanto cuanto lo haces por tu embellecimiento corporal.

Se trata de cuidar la belleza interior, al paso de la exterior.

La mente y el alma también necesitan muchos cuidados, y se embellecen sin máscaras ni maquillajes.
 

Sigue navegando