Ideas

La Isla de Sein

“No eran más que un centenar, pero aquel día fueron una cuarta parte de Francia.”

La Isla de Sein es un municipio minúsculo en la punta de Bretaña, en Quimper, en la costa Sur de la Mancha, justo abajo del extremo de Cornualles. Queda a ocho kilómetros de la costa, mide 500 metros cuadrados, se alza apenas a metro y medio y está rodeada de peligrosos arrecifes. En ese islote, barrido por un viento implacable, no pueden crecer árboles, apenas algunos arbustos. Los pescadores que viven ahí están acostumbrados desde hace muchos siglos al mar y sus peligros. En el siglo XVII Luis XIV decretó la exención de impuestos a sus habitantes, pues suficiente tenían con batirse contra los elementos, que en el canal de la Mancha suelen ser entre adversos y brutales. Como en Holanda, hubo que construir diques para proteger la isla, bordeada sólo de playas de arena y guijarros.

    El 22 de junio de 1940, los pocos aparatos de radio de la isla captaron la voz ronca de Charles de Gaulle que, desde Inglaterra, llamaba a los franceses a Londres. En Île-de-Sein nadie dudó en responder; de inmediato una flotilla de botes pesqueros zarpó rumbo a Cornualles con ciento veinticuatro isleños que no habían sido movilizados por su edad o por razones familiares. Pocos días después, los alemanes invaden el islote, lo cercan con minas y alambre de púas e instalan una pequeña guarnición de infantería.

A principios de julio de 1940, De Gaulle pasó revista a los menos de quinientos hombres que habían logrado llegar a Inglaterra. Fue saludándolos de mano uno por uno y preguntando su origen. Muy sorprendido, el comandante de los franceses libres dijo en voz alta: “¡entonces la Isla de Sein es la cuarta parte de Francia!” Se trataba de un lugar tan pequeño que casi nadie había oído hablar de él.

La mayoría de los voluntarios combatieron en la marina y veintidós murieron en la guerra. Entre tanto, en el pueblito, mujeres, niños y viejos (273 personas) sufrieron durante cuatro años condiciones deplorables y desnutrición, pues el sustento de todas las familias dependía del trabajo de los marineros y pescadores; el único recurso que les quedó fue la venta de sal. El alcalde y el cura organizaban como podían a la gente, que respondió con heroísmo y solidaridad. Los alemanes finalmente se retiraron en agosto de 1944, no sin antes volar el faro de la isla.

Después de terminada la guerra, en 1946, el General De Gaulle decreta la concesión al ayuntamiento de Île-de-Sein de la condecoración de los Compañeros de la Liberación, un honor que sólo comparten con ese diminuto islote los municipios de París, Nantes, Grenoble y Vassieux-en-Vercors. También se dio a los valientes bretones la Cruz de Guerra y la Medalla de la Resistencia.

Jean-Paul Ollivier, periodista y ciclista, recogió las historias y las hazañas de ese pueblo marinero y hace pocas semanas publicó Sein, 18 de juin 1940. Ils étaient le quart de la France...

La instrucción desde el arranque del sexenio era que se distinguirían de la política del ex presidente Calderón en el combate a la delincuencia organizada. Incluía entregar a todos con vida

Esta obsesión por la “neutralidad” del idioma es defendida por unos pocos autores con ganas de ser premiados y traducidos, pero sobre todo por parte de la industria editorial española


 

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