La Camisa Sucia
Imagine usted que tiene la camisa sucia; pero realmente sucia. Hay manchas de todo tipo, e incluso hay algunas que se ve que son muy antiguas y que usted ha hecho muy poco por limpiarlas. Pero usted es indiferente: aparenta que no pasa nada. Ya todos sus vecinos y amigos lo conocen como el hombre de la camisa sucia. Pero usted no hace nada.
Usted se queja que no consigue muchas cosas, por ejemplo, un buen empleo o lugar en restaurante, pero es a causa de su camisa sucia. Notablemente sucia. Pero usted no hace nada.
Frecuentemente, en distintas pláticas, a usted le gusta hacer referencia a las camisas sucias, y se declara enemigo de todas esas manchas, se autodefine como alguien que hará todo lo posible porque la camisa esté limpia. Pero no hace nada.
Las autoridades del barrio, y algunos amigos importantes como un tal Francisco, vienen a su casa y le hablan de la importancia de que la camisa esté limpia, que es una vergüenza que usted tenga la camisa sucia. Usted habla nuevamente como alguien a favor de las camisas limpias. Pero no hace nada.
Es más, contrata a un par de buenos amigos para que se dediquen de tiempo completo a estudiar las manchas de la camisa y que formulen planes para limpiarla, pero no hacen nada.
Y además cínicamente usted mismo toma botellas de salsa de tomate, mostaza o aceite, y ensucia aún más su camisa; echa manchas sobre las manchas. Y por limpiarla usted no hace nada
Algo similar a la camisa debe ser la corrupción en México. Es grosera y ofensiva a nivel país.
>La lucha contra la corrupción está ya presente en los discursos del Presidente, gobernadores, diputados, senadores. Pero no pasa nada.
Hay leyes, reglamentos y un presupuesto millonario que se gasta en combatir la corrupción. Hasta existe una Secretaría de la Función Pública. Pero no pasa nada.
Pareciera se habla de la corrupción de otra época, de otro sexenio, pero se acumula de manera grosera en este tiempo con corruptelas ofensivas como Malinalco, La Casa Blanca, el Tren Chino, OHL, los moches de legisladores de todos los partidos, la defensa en España de Humberto Moreira y recientemente, apenas esta semana, el desfalco a la de por sí quebrada Pemex, pero por parte de un colaborador cercano de Peña Nieto.
Los principales críticos tanto nacionales como extranjeros señalan que México no avanza precisamente por la enorme corrupción, que duerme en la misma cama con la impunidad y con la no aplicación del Estado de derecho.
Su combate está en los discursos, en los desplantes, pero no pasa nada. Los principales sospechosos de las corruptelas se pasean con total impunidad por restaurante y calles de México. Y no pasa nada. Todo es simulación.
Claro que la gran diferencia entre corrupción mexicana y la camisa sucia es que estas manchas sólo afectan al dueño y quizás a su familia, pero la corrupción mexicana va liquidando a todo un país, empezando por los pobres a los que no llegan recursos, los jóvenes que no acceden a educación, los ciudadanos que no reciben justicia, y somos todos testigos de cómo ese dinero va a parar a las chequeras, mansiones, camionetas y viajes de una clase política cada día más desprestigiada y apestada.