Ideas
Humanismo sin etiquetas
Tomás Moro, en su libro Utopía, rechaza la deshumanización del Hombre, y muchos pensadores han contribuido a este ideal, aunque pocos lo han llevado a la práctica como Juan XXIII, cuyos postulados sociales están en las encíclicas del Concilio Vaticano II. Una renovación que no condenaba, sino que buscaba que la iglesia transmitiera —viviera y actuara— el Evangelio en los tiempos actuales. Algo que hoy mereciera rescatarse, más allá de las etiquetas fáciles: si se busca el bien común, ¿será de derecha? o, quizá ¿de izquierda?
Porque cuánto daño han hecho al hombre los prejuicios disfrazados de etiquetas, en lugar de atreverse a analizar las acciones y, sobre todo, las repercusiones de los haceres del hombre. Con cuánta facilidad se descalifican pensamientos y acciones que hacen del ser humano un Hombre y, en cambio, se sobrevalora la deshumanización sólo porque “se usa”, porque está “de moda”, porque los dueños de las opiniones televisivas nos han vendido lo que regresa al hombre a la bestia, como acciones y formas de actuar como paraíso artificial que aniquila al Hombre.
Justo por ello, la Utopía de Moro es necesaria como expresó, en: “la búsqueda de una comunidad pacífica, que establece la propiedad común de los bienes en equidad, en contraste con el sistema de la exacerbada ambición de la propiedad privada y la relación de intereses de un sistema donde los que poco tienen todo les es quitado”.
Y en la suma de ideales que dirijan a la sociedad, las encíclicas de Juan XXIII, Pacem in terris y Mater et Magistra, donde el espíritu de solidaridad social abre la oportunidad de recuperar al Hombre de las mezquindades del hombre…Renovación más allá de etiquetas, más allá de una religión o de otra; porque la defensa del hombre sólo la puede hacer el Hombre, donde esté.
Porque aún en la celosa religión católica del siglo XVI, Moro supo defender la libertad religiosa, la tolerancia y el respeto por todos los credos, algo que hoy está en peligro. Porque, aún desde El Vaticano, Juan XXIII logró la unidad en las iglesias hacia el bien del hombre y de la sociedad, dejando de lado la preponderancia de una religión sobre las demás, privilegiando la libertad, algo que haría falta en México.
Porque hoy, las palabras de Moro llaman cuando señala: “Miro repúblicas que florecen y no veo en ellas — ¡Dios me perdone! —sino la conjura de los ricos para procurarse sus propias comodidades en nombre de la república. Inventan toda suerte de artificios para conservar las cosas de que se han apropiado con malas artes, y también para abusar de los pobres pagándoles por su trabajo tan poco dinero como pueden. Y cuando los ricos decretan tales invenciones, enseguida, las convierten en leyes.”
Verdades que animan. Pero sin duda habrá quienes, en el prejuicio contagiado, se pregunten si Tomás Moro y Juan XXIII eran: ¿de izquierda o de derecha…?