Escuelas modernas
Por: Carlos María Enrigue
Uno puede estar en el pasado cuando lleva a sus hijos a que los aleccionen dinosaurios acartonados con mentes cúbicas, parecía ser el razonamiento que mi prima Magaly tuvo antes de inscribir a su hija en una escuela nueva localizada en exclusiva zona de la ciudad.
De entrada le había gustado el nombre, y es que solamente los colegios verdaderamente modernos se distinguen por tener un nombre muy acá, que de cajón tiene que incluir un verbo, pues dotar a un nombre propio de un verbo muestra un dinamismo imparable. Así, el verbo, más unas palabras en inglés que la prima no entendió a qué iban pero que le sonaron muy apantalladoras, fueron parte de la fórmula para que se decidiera desembolsar una gruesa suma de dinero que asegurara no solo el que le cuidaran a la niña en las mañanas, sino que además le significaría, por sí solo, el éxito y la felicidad de por vida a la criatura, échese ese trompo a la uña.
La escuela en cuestión se llamaba “Avanzar, Global Corporate Business School for Entrepreneur Kids Under Five” y, claro está, contaba con mucha publicidad que, inicialmente, hacía suponer el campus estaba en Jalostotitlán porque salía puro niño güero y uno podía creer equivocadamente se trataba de una escuela alteña, pero no, una vez que se preguntó resultó que se utilizó niños de la comunidad menonita exclusivamente con fines de mercadotecnia.
El caso es que la prima Magaly quedó inmediata y gratamente sorprendida de los resultados de dicha escuela, pues ya desde el lunes en la tarde la niña no solo sostuvo una conversación inteligente a la hora de la comida sobre la reforma fiscal y sus impactos en los grandes conglomerados mexicanos, sino que además, le presentó unas tablas y gráficas de pie en las que exhibía ante toda la familia, como es que la prima había estado haciendo las compras del mercado de forma pésima y existían unos huecos financieros que no se podían explicar – salvo que la prima confesara la verdad, es decir, que se pasaba dos horas los lunes en el Twin Lions jugándose el chivo de la semana.
El progreso siguió el día martes, y es que según le explicaron los coaches docentes – pues en esa escuela se niegan a nombrar a alguien maestro, pues se parte de la premisa de que todos nos enseñamos recíprocamente – era necesario que la niña de tres años dejara esa zona de confort que malamente le fomentaban sus padres y que eligiera una cosa que se llamaba venture project, cosa que iba a servir para la evaluación final – que también corrigieron al decir que si bien era una evaluación a la mera hora no era una evaluación pues nadie tiene derecho a evaluar a otras personas.
Esa noche mi prima se empezó a preocupar, pues la pobre niña la pasó en vela haciendo ejercicios estadísticos, proyecciones, planeando presentaciones ante ejecutivos de Nestlé y Halliburton para llevar a buen puerto su venture project. Estaba tan metida en su chamba que de plano ni se tomó la leche esa noche y solamente hasta las cinco de la mañana se pasó, antes de dormir, a darles un beso en la frente a sus padres, quienes dormían plácidamente.
El cobre comenzó a salir cuando la prima, al lavar trastes, se dio cuenta que le empezaban a faltar mamilas, pero mamilas en serio, no como quien escribe esto. Igualmente empezó a detectar que los muebles de la sala poco a poco habían desaparecido. Decidió no darle más importancia y siguió en lo suyo solo para ver, a la semana, como su casa parecía obra negra y ya habían arrancado pedazos de loza del piso. Preocupada por la delincuencia que está fuera de control, decidió poner cámaras de seguridad solo para entristecerse al ver a que no era sino su pequeña hija la que estaba desfalcando el patrimonio familiar.
Decidida a acabar con el problema habló de frente con la bebé quien inmediatamente se quebró y reconoció el robo. Sucedía que en la escuela la estaban presionando con su venture project y por lo mismo había adquirido deuda argentina conocida como fondos buitres y se la estaba cargando el payaso con los intereses y los impagos. Así, y por la insistencia de los coaches empresariales – quienes cabe decir vivían en Las Juntas – se había visto en la necesidad de empezar a robar a terceros y con ello había aprendido que toda gran riqueza se basa en el expolio.
La prima, aún a pesar de entender que su niña no será jamás la siguiente Carlos Slim, decidió meterla a una de gobierno donde probablemente no aprenda mucho, pero por lo menos no la están chingando.