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El (otro) objeto más bonito de las banquetas de Guadalajara

Está en la esquina Surponiente de las calles de Hidalgo y Chilardi. (Se sabe que se llama Ghilardi, pero es simpática la acostumbrada manera de pronunciar el nombre por la gente.) Es un hidrante de los que insólitamente parece haber instalado el ingeniero Ernesto Fuchs cuando, a principios de siglo pasado, se urbanizó la Colonia Francesa. Se ignora si alguna vez funcionaron para los bomberos, o si siquiera se ocuparon en algún siniestro. La pista podría ser que el ingeniero Fuchs pensaba que en la incipiente colonia se construirían casas de madera, a la manera europea o norteamericana.

Hay otro hidrante, descabezado, en la esquina también surponiente de Hidalgo y General Coronado. Es ese lugar se está construyendo un edificio. El hidrante debe absolutamente ser respetado, restaurado, puesto en valor. Y no se le vaya a ocurrir a los constructores “retirarlo” si hacen banqueta nueva.

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El hidrante es todo un hito ciudadano, todo un pequeño monumento. ¿Por qué? ¿Qué marca este hito? ¿Por qué es un monumento? Por partes: Porque está muy bonito, y su factura es impecable, y por supuesto, durable. Es un hito que señala el esperanzado intento del ingeniero Fuchs por instaurar una sensata modernidad en Guadalajara. Un sistema que permitiera mayor seguridad (de la de a de veras, no la de los “cotos” y sus murallas), que buscaba una mayor eficiencia en un servicio público, y que proponía una modernidad apropiada. Es un monumento más que centenario que conmemoraa toda una época: la del inicio de las colonias de esta ciudad, un movimiento que inauguró una manera distinta de hacer la urbe. Los monumentos conmemoran: éste lo hace muy eficazmente. >

A los monumentos se les cuida, a los hitos se les celebra, a las cosas bonitas se las guarda. Es necesario, por ejemplo, que a los encargados del espacio público del Ayuntamiento y a Servicios Generales y a las Secretarías de Cultura municipal y estatal se les proponga hacer algunas muy discretas y eficaces acciones para proteger y restaurar a los hidrantes subsistentes. Poner en el lugar apropiado una bien dispuesta placa informando al público la significación de esos dos objetos. Y, muy importante, tomar el ejemplo de belleza, sencillez y reciedumbre de estos artefactos para cualquier intervención física en la ciudad.

Se podrá decir que es mucho argüende por dos tubos viejos ornamentados. Pues no. Citemos un ejemplo: en el barrio del Alacrán (a espaldas del Hospicio Cabañas), hay un objeto aún más chiquito que le dio nombradía y gusto a toda una demarcación urbana. Es un relieve de modesto enjarre realizado en el muro de una vieja finca ubicada en una esquina suroriente del citado barrio: un alacrán, precisamente. Este mínimo gesto guarda para los moradores del entorno una significación, una referencia, un orgullo. Y esto es inapreciable. Pasa algo así —y cada vez pasará más— con los dos “tubos viejos”. >

Y, nomás por llamar a la reflexión: en la esquina de Hidalgo y General Coronado se erigió, y duró decenios, un curioso arco de fierro que celebró una visita a la ciudad del General Porfirio Díaz. ¿No valdría la pena reconstruirlo? En esa esquina, en una propiedad particular pero dando a la calle, hay un considerable elefante hecho con paneles solares o similares. Siguiendo el loable ejemplo de quien lo mandó hacer y lo exhibe al público, ¿por qué no gastar algo de dinero y esfuerzo para reponer un monumento que a mucha gente parece gustarle? Si se hicieron unos (incompletos) “Arcos del Milenio”, a un costo exorbitante, ¿por qué sería demasiado pedir que se repusiera un arco que de veras nos dé gusto? Hay que pensarle.

Por mientras, una muy comedida petición: cuidemos y celebremos los hidrantes de Hidalgo, simpáticos, chaparritos, bonitos, ejemplares. >

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