El modelo Santa Tere
Santa Tere es, desde hace muchos años, mi barrio favorito de Guadalajara. No es su arquitectura, por supuesto, pues no tiene nada qué presumir. No tiene una iglesia y una plaza como la del Santuario, ni un mercado como el del IV Centenario en la Capilla de Jesús, o un monumento colonial como el de San Juan de Dios. Lo que tiene es vida y orgullo. El barrio es tan potente que si el día de mañana se independiza, la Hermana República de Santa Tere sería una economía auto suficiente (o casi).
Santa Tere es un barrio popular de la época de la expansión de Guadalajara en el siglo XX. Más aún, ni siquiera se llama Santa Tere, su nombre oficial es Colonia Villaseñor, pero gracias a la tenacidad de sus habitantes y terquedad del padre Román Romo, el eterno párroco de la iglesia de Santa Teresita, la colonia creció, evolucionó, tuvo servicios públicos y un nombre que los habitantes quisieron: Santa Tere.
La colonia surgió en los años veinte en terrenos agrícolas, al Norte de las pujantes colonias de la ciudad, y al Poniente de los barrios tradicionales de La Capilla y El Santuario. Se vendió en pequeños lotes de 40 y 60 metros y los primeros habitantes fueron migrantes recién llegados a la ciudad, muchos de ellos alteños. No faltaron los especuladores urbanos (inversionistas, para que no se oiga tan feo), que en Guadalajara sobran, que vieron el potencial del barrio y compraron terrenos más grandes para convertirlos en vecindades. Muy pronto este barrio popular se convirtió en una zona densamente habitada y con una intensa vida comercial.
Uno de los proyectos más destacados del actual gobierno de Guadalajara ha sido el rescate, a través de las llamadas Zonas 30, de algunos de los barrios más significativos de la ciudad. Cosas tan sencillas como ampliación de banquetas, adoquinado de las calles y eliminación de cables permiten que los barrios que habían quedado difuminados por la mancha urbana, y que para muchos era solo un lugar de paso, recuperen su personalidad y se les reconozca como los sub centros urbanos que son.
Hoy por hoy Santa Tere parece zona de guerra, pero en unas semanas recuperará esa dignidad de barrio, que la obsesión por la velocidad impuesta por su majestad el automóvil le había quitado, y sobre todo se convertirá en el modelo a seguir por los barrios históricos de la ciudad.