Ideas
El mexicano apasionado
En esta ocasión no hablaremos del romanticismo y la afectividad en los amoríos de los mexicanos. Si no de cómo nos involucramos en las luchas sociales y políticas con una pasión intensa que rebasa la cordura.
Samuel Ramos, en su libro del Perfil del Hombre y la Cultura en México, tiene un capítulo especial sobre este tema y señala lo siguiente: “La pasión es la nota que da el tono a la vida de México, sobre todo cuando alguna actividad particular trasciende a la escena pública”.
Cuando le llega interesar al mexicano algo de los asuntos públicos, entonces lo va a tomar tan en serio que lo hará de forma apasionada. Somos sensibles a ciertos temas, y cuando nos tocan nuestras fibras, saltamos al escenario social con singular acaloramiento.
Nos falta serenidad y frialdad para tratar nuestras diferencias y conflictos “La pasión ha llegado a convertirse en una necesidad nuestra...es exigida como un estimulante para provocar el interés...Esto obliga a todo el que quiere llamar la atención sobre lo que hace o lo que dice, a alzar la voz, a extremar los gestos, a violentar las expresiones para impresionar al auditorio...La pasión es una fuerza motriz obstinada y ciega” agrega Ramos.
Para complementar su enfoque pasional de la participación político social del mexicano, Samuel Ramos cita la obra de Aldous Huxley Beyond the Mexique bay donde cita que: “El hecho más sorprendente acerca de las guerras en la América Central es que ninguna de ellas ha tenido un origen que pueda ser interpretado como económica. Nunca ha sido cuestión de capturar mercados, destruir peligrosos competidores comerciales, atrapar provincias a causa de sus valiosos recurso industriales. Las guerras en las cinco repúblicas han sido entre conservadores y liberales, entre clericales y anticlericales, entre los que desean la república federal y los que claman por una independencia soberana de cada Estado. No han sido guerras de interés, sino de “principios políticos”.
Es así como canalizamos nuestras pasiones, disputando posturas e ideas, queriendo imponer nuestras creencias y tratando de eliminar al que piensa de distinta manera.
Digamos que el mexicano —según esto— se toma muy en serio sus convicciones y se lanza a dar la vida por sus ideales. Es capaz de la guerra, de la inestabilidad, de todo tipo de desgracias con tal de luchar a favor o en contra de sus principios.
Peleamos más por ideas que por dinero. Aunque hay quienes darán mayor importancia a los factores económicos. Ramos se inclina por el manejo pasional de nuestras formas de pensar.
Me parece que hay algo de razón por lo sucedido en nuestra historia, al afirmar que nuestras guerras han sido pugnas entre conservadores y liberales, en contra o a favor de la Iglesia Católica, o el desdén a la intromisión política de otras naciones.
Por eso los tres temas más difíciles para el mexicano, es decir religión, política y fútbol, se viven con apasionamiento y difícilmente se podrán conseguir acuerdos bajo un diálogo civilizado.