El mensaje de Elba Esther
Si para algo son buenos los priistas es para encriptar sus mensajes públicos; es como si la casta divina del tricolor setentero hubiera dejado como impronta la necesidad de desarrollar habilidades propias de aquellos indios navajo que crearon los códigos del Ejército estadounidense durante la campaña del Pacífico, en la Segunda Guerra Mundial. Sólo ellos entendían a fondo y con precisión el significado de cada expresión.
Resulta que la maestra Elba Esther Gordillo, paladín de la educación y sindicalista pura comprometida con los más altos valores de su gremio, según sus incondicionales, o bien uno de los mayores lastres del sistema educativo en el país y corrupta maniobrera político-electoral, según sus detractores (y todo lo que queda en medio, según la muy personal visión de quién quiera evaluar al personaje), cumplió 68 años y lo celebró encabezando el 36 aniversario de la Sección 36 del SNTE, en la colonia Los Reyes Iztacala, en Tlalnepantla.
Entre vítores, arengas y aplausos, como dicta el guión, la maestra adelanta su epitafio: “Aquí yace una guerrera y como guerrera murió”, lo que no pasa de ser una balandronada, una de esas frases que pretenden ser tronadoras, pero que en esencia no son más que recurso para animar a los incondicionales. Y luego, lo interesante: “Los maestros somos sus amigos”, como saludo a un ausente Enrique Peña Nieto y, lo que nunca puede faltar en sus discursos, “me voy a ir cuando los maestros quieran que me vaya”.
Y son los juegos de máscaras a todo lo que dan. Sabe perfectamente que la llamada reforma educativa fue cocinada y luego negociada por el grupo que cobija a Peña Nieto. Sabe que tiene el sello de Atlacomulco, pero aun así le entra a los eufemismos: “La reforma educativa que llegó a la Cámara de Diputados no es la reforma de Peña Nieto, sino de una mesa de negociación entre partidos”; que la resistencia pacífica se plantea como reacción a la que califica de un asunto medular, “la permanencia” de los docentes, pues desde su óptica es una palabra que va contra la evaluación educativa y la pervierte. Bueno, y un par más de balandronadas, como eso de que los maestros no están para que los amenacen y que el Gobierno federal no debe hacer cosas buenas que parezcan malas.
La maestra está dolida, especialmente luego de la última estocada recibida, cuando hace un mes Enrique Peña Nieto le quitó el último cargo de importancia que conservaban políticos ligados a la dueña del SNTE y nombró a la priista jalisciense María Esther Sherman (muy vinculada al grupo de Manlio Fabio Beltrones) como titular de Lotería Nacional y Pronósticos Deportivos, en sustitución de Benjamín González Roaro.
Desde entonces buscó la manera de hacerse sentir, pero eso sí, sin romper lanzas ya que sabe perfectamente que no puede vencer en los juegos de pulsos, hasta que a propósito de su cumpleaños decidió mandar su mensaje. Ahora el tema es qué habrá más allá de la simulación pública, más allá de los mensajes al estilo del pueblo navajo y la respuesta camina por una estrategia subterránea de bajo impacto para despojar a Elba Esther de su capacidad de hacer daño y entonces, procurarle un retiro sin estridencias.
Y ahí está la médula: la maestra es sólo la punta del iceberg de una estructura magisterial que sabe cómo operar en calidad de ariete, que a lo largo de los años ha extendido una poderosa red de complicidades en todos los niveles y que en su cúpula no sabe funcionar más allá de los manotazos y de las componendas políticas.
Finalmente el SNTE es eso, una fuerza político-electoral extremadamente poderosa, que actualmente significa el fiel de la balanza en el quehacer de estados como Coahuila —sólo por citar un ejemplo—, y que su desarticulación significará tiempo y esfuerzo, pero que debe hacerse. El equipo de Peña Nieto entiende que no puede mantener una fuerza paralela de tal dimensión sin que tarde o temprano cobre facturas difíciles de pagar. La maestra también lo sabe, que su imperio no puede sostenerse más allá del segundo tramo del sexenio y por ello, a golpe de balandronadas, está limpiando el camino para que el día en que “los maestros quieran”, dejar la dirigencia con el respectivo salvoconducto.
En el ínter, pues que siga la fiesta de máscaras.