El Mercado de Abastos y la ciudad
Cada administración municipal de Guadalajara se plantea, y discute, qué hacer con el Mercado de Abastos. El primer tema recurrente es si el ayuntamiento no cobra demasiado barato la renta de las bodegas que tiene ahí y si la ciudad no debería tener una mayor utilidad de ese activo. Cuando la administración en turno termina de echarse el clavado a las tripas del mercado decide no decidir y dejar las cosas como están. La segunda pregunta es si se debe mover el Mercado de Abastos a otro punto de la ciudad o, dicho de otra manera, si esa huella urbana no sería mejor para otro destino y si otro punto no sería mejor para un mercado de abastos que es ya de escala macro regional.
La pregunta tiene sentido. El mercado de abastos de Guadalajara es uno de los centros de intercambio de alimentos más importantes del país. Quizá sólo el mercado de abastos de La Merced en la Ciudad de México, el más grande de México, tiene una operación mayor que la del Abastos de Guadalajara. Por aquí pasa una parte muy importante de los productos agrícolas del Occidente y Noroeste de México (la región que más produce alimentos en el país). El Mercado de Abastos tal como es ahora se quedó corto. Ya no tiene capacidad de crecimiento, pues quedó ahogado por la ciudad, y la operación es cada día más compleja y costosa. Tiene pues sentido económico y logístico pensar en un nuevo mercado en algún punto del nuevo macrolibramiento, con las condiciones adecuadas y que evite la entrada de transporte de carga a la ciudad.
La segunda pregunta es qué hacer con esa huella urbana. Es una gran oportunidad para la ciudad, y también una gran oportunidad para cometer errores de esos que cuestan caros a largo plazo. Ejemplos hay muchos, de lo que no hay que hacer hay muchos, desde Les Halles en Paris, que 40 años después de haber sacado el mercado sigue siendo una zona que no termina de despegar, o la propia Plaza Tapatía en Guadalajara, en la que los intereses inmobiliarios y la especulación comercial se mezclaron con un sinsentido social. Nadie le preguntó a los habitantes de la zona qué querían. Nunca fuimos capaces de integrar lo que ya estaba, el mercado del mar y los talleres de oficios, sólo se destruyó para traer algo nuevo que, 40 años después, sigue sin tener identidad propia.
Cualquier cosa que se haga con el Mercado de Abastos debe partir, primero, que ese es además de un centro de distribución regional, un mercado local y un punto de referencia de los tapatíos; esa es su vocación y su uso público. Es una huella extraordinaria para redensificar Guadalajara, pero es también un punto neurálgico de la vida económica de esta ciudad.
Ojalá que lo que se haga, cuando se haga, sea con más antropología y menos ingeniería financiera, con menos sentido de especulación y con más sentido humano.