Ideas

El Candigato Morris

Por Pablo Latapí

La sencilla oferta del gato Morris, candidato a presidente municipal de Xalapa, es brutalmente clara en lo que se refiere a lo que pensamos muchos mexicanos acerca de nuestra clase política: “Su programa de gobierno, dicen sus promotores, ofrece lo mismo que sus contendientes políticos: Descansar y retozar”.

Y a esa oferta de gobierno se suman premisas como: “Hartos de ratas, votemos por un gato.”

El gato Morris, conocido ya como “el candi gato”, es un personaje ficticio que emerge en videos y carteles virtuales generados en las redes sociales desde Xalapa para levantar la voz en contra del proceso electoral del próximo 7 de julio, en donde entre otros puestos se habrá de elegir al presidente municipal de la capital veracruzana. Nace como un asunto de cotorreo, encuentra eco en las redes sociales, cobra fama incluso internacional por el ingenio y la originalidad de sus creadores, y ahora ha sido considerado incluso como un fenómeno serio por alguno de los consejeros electorales del Estado de Veracruz que ha visto en el hablar del gato Morris más un asunto de promoción personal que un tema de análisis: imagínese a los exquisitos de un consejo estatal electoral hablando de un gato que vendría a acabar con las “ratas”… suena a esquizofrenia.

El famoso candidato Morris no habrá de levantar más de lo que ha levantado, seguirá teniendo algún eco en twitter y facebook, y será olvidado después de las elecciones.

Pero es importante resaltar la visión cada vez más generalizada de los mexicanos hacia su clase política y sus candidatos a gobernantes: un grupo de vividores que utilizan el argumento de la política para sobrevivir, enriquecerse y perpetuarse a ellos mismos. Hacen todo lo que sea necesario para que nunca otros, que no sean ellos, tengan el poder político del país, y esto sin distingo de partidos político; al final todos se convierten en lo mismo.

Esa es la clase gobernante que nos tiene secuestrado al país, que no permite que se mueva o que nos movamos nosotros, que obstruye el que haya cambios trascendentes en la vida nacional, y son quienes chupan el dinero de los impuestos peor que vampiros desesperados en medio de un hato de vacas.

Abajo estamos nosotros: quienes trabajamos y tratamos de salir adelante, y quienes producimos esos recursos que se transforman en impuestos para que los políticos “descansen y retocen”.

Y nuestro margen de maniobra es mínimo, porque del otro lado, y a manera de sándwich, nos cierra el camino el crimen organizado que ha encontrado en nuestro país el territorio perfecto para delinquir y enriquecerse con total impunidad. La involuntaria o voluntaria complicidad de los políticos alienta a los malandrines a reproducirse y hacerse cada vez de más recursos, incluso cobrando sus propios “impuestos” vía el derecho de piso.

Y en medio, insisto, estamos nosotros: ese país que necesita a gritos cambios importantes y que ve cómo transcurre la vida nacional entre la frivolidad cortesana de los políticos y la violencia desmedida de los delincuentes.

Para mí, esa es la reflexión a que me lleva la aparición del gato Morris en Veracruz.
 

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