Documentos japoneses (I)
In memoriam JEP
I. El 25 de enero se cumplieron cuatrocientos años del desembarco en Acapulco de la primera embajada japonesa, que se dirigía a España y a Roma. Llevaba tres meses de travesía desde el puerto de Sendai. El 24 de marzo de 1614, lunes de la Semana Santa, hicieron su entrada en México, que narra con primoroso detalle en su Diario el cronista nahua Domingo Chimalpáhin. La Embajada Keicho, también llamada Misión Hasekura, estaba compuesta por unos 180 súbditos del daimyo Date Masamune, poderoso señor de Seido, y encabezada por el samurai Hasekura Tsunenaga. Viajaban con ellos el misionero franciscano fray Luis Sotelo y el explorador Sebastián de Vizcaíno. Japón buscaba intercambios comerciales y ofrecía libertad de acción a los evangelizadores.
II. Pero los gobernantes japoneses solían experimentar súbitos accesos de apertura y cerrazón: muy presente tenían Chimalpáhin y los demás habitantes de la capital novohispana que hacía apenas catorce años, el 5 de febrero de 1597, había sido torturado y muerto en Japón el protomártir mexicano Felipe de Jesús, junto con veinticinco cristianos más: veinte japoneses, cuatro españoles y un indoportugués, los Mártires de Nagasaki.
III. En la última semana de enero de 2014 se firmó un acuerdo entre la Biblioteca Vaticana y cuatro instituciones japonesas (el Instituto de Literatura, el Museo Nacional de Historia, la Universidad de Tokio y el archivo de la prefectura de Oita) para trabajar en la catalogación, transcripción y digitalización de alrededor de diez mil documentos en japonés custodiados en la Biblioteca Vaticana. Se trata del Archivo Marega (llevado a Roma por el misionero salesiano Mario Marega a mediados del siglo XX), acervo de escritos del siglo XVII al XIX de un archivo civil y que se refieren a la presencia y la persecución de los cristianos en Japón.
IV. Los veintidós bultos de frágiles papeles de arroz llevados a Roma por Marega, quien los ordenó y añadió anotaciones, pasaron inadvertidos por décadas, hasta que un investigador con el estupendo nombre de Delio Proverbio se topó con ellos; los responsables de la biblioteca pronto cayeron en la cuenta de la importancia del hallazgo. El Embajador de Japón ante la Santa Sede, Truaki Nagasaki (otro atinado nombre en esta historia), declaró que los documentos son “de enorme relevancia histórica” no sólo para la Iglesia, sino también Japón, donde en 2014 “celebramos los 150 años de la resurgencia de los católicos escondidos” desde la segunda década del siglo XVII hasta finales del XIX.
V. El cristianismo fue proscrito en Japón por los años en que Hasekura y sus compañeros viajaban alrededor del mundo. De ello sólo se enterarían en su camino de regreso, en el puerto andaluz de Coria del Río, en 1616. Quizá por eso varios de ellos decidieron quedarse ahí, donde hasta la fecha sus descendientes llevan el apellido Japón (y el equipo de futbol se llama Samurais). Los otros cruzaron México otra vez (1619) y por fin llegaron a su tierra en agosto de 1620. Hasekura murió dos años más tarde. Japón quedaba otra vez aislado.