Códigos secretos
En una de las mejores novelas de Julio Verne, Matías Sandorf, la intriga comienza con una paloma que lleva un mensaje cifrado de los patriotas húngaros que conspiran contra los austriacos y que cae en manos de los malos. El recado estaba escrito en un código secreto que sólo podía entenderse con una rejilla que tapaba las letras inútiles del texto. Además de aprender nombres tan bonitos como Trieste y Ragusa, el lector se entera gracias a Verne de los esfuerzos de los húngaros por sacudirse el yugo de los Habsburgos y adquiere una idea del panorama geopolítico de finales del siglo XIX. Y, sobre todo, Matías Sandorf es una gran novela de aventuras. Pero el recuerdo más indeleble para el lector infantil es el del mensaje secreto.
Más de treinta años después de terminada la II Guerra Mundial, unos señores que decidieron arreglar la chimenea de su casa en Surrey, Inglaterra, se hallaron los restos de una paloma que llevaba amarrada a una pata una cajita roja con un papel. Ahora se cree que las 27 pequeñas secciones escritas, cada una compuesta por mezclas de letras y números, contienen detalles de inteligencia mandados desde el campo de batalla en Francia por un paracaidista de la Real Fuerza Aérea británica en que daba a la comandancia de los bombarderos las posiciones de los tanques y la infantería alemanes, en vísperas del desembarco aliado en Normandía. Los ingleses tenían un “escuadrón” de un cuarto de millón de palomas mensajeras que cubrían distintas rutas y cuya información se mandaba por duplicado por si sucedía algún percance, como en el caso de este pájaro que quedó atorado en la chimenea.
Los dueños de la casa donde se hallaron los huesitos de la paloma hicieron llegar el papel a Colin Hill, curador de una exposición titulada Palomas en Guerra, que organizó este año el ejército británico en Bletchley Park, donde estuvo la sede de los servicios de inteligencia y de criptografía durante la guerra. El pasado noviembre, el gobierno británico pidió a sus expertos que trataran de descifrar el mensaje; también varios periódicos dieron a conocer el encriptado y los lectores participaron con gran entusiasmo en los intentos. El mejor resultado es al parecer el que logró un equipo canadiense que utilizó el código de un manual de la Primera, no de la Segunda Guerra Mundial. Los manuales y las máquinas usados para ese propósito en la Segunda Guerra fueron destruidos al acabar ésta.
Las instalaciones de Bletchley Park, que durante años han permanecido cerradas, albergaban un formidable grupo de especialistas y espías que desempeñaron un papel probablemente mucho más importante de lo que se sabe en la derrota alemana. Ahora los ingleses están restaurando el lugar para hacer un museo en el que se cuente la historia de los servicios de inteligencia y el asombroso trabajo que se desarrolló en ese lugar durante varios años.