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Ayrton Senna y la justicia divina

El pasado 21 de marzo, el que para muchos fue el mejor piloto de Fórmula Uno de la historia, hubiera cumplido 52 años de vida. Un aniversario mucho más triste, sin embargo, se verificará el próximo  1 de mayo, cuando se cumplirán 18 años de la muerte de Ayrton Senna.

El mundo recordará con mucho más frecuencia los últimos 10 años de este piloto brasileño, pero el que estudie un poco más su vida, entenderá porqué dejó un huella enorme no sólo en los amantes de las carreras de automóviles. Senna, por ejemplo, actuó como un gran ser humano al contribuir para mantener a niños pobres en Brasil. Por estas acciones, pero más que nada por representar una alegría para un país que vivía en su peor momento económico en la historia mientras Senna gozaba su apogeo, el piloto fue absolutamente adorado en su país. Su entierro en Sao Paulo no encuentra paralelo en la historia brasileña y hallará pocos en el mundo. Muchos Jefes de Estado no fueron tan queridos como Ayrton Senna.

La reciente película llamada “Senna”, ya disponible para su venta en las tiendas de todo el mundo, es un bello documental, con una inmensa carga emotiva que la hará interesante, incluso para el que no disfrute las carreras. Sin embargo el filme es, hay que decirlo, demasiado favorable a Senna. Lo pinta con una especie de ser superior, incapaz de cometer un desliz o una indelicadeza. Esto, no es del todo cierto.

En Brasil, en la “Época de Oro” de la Fórmula Uno, el país estaba dividido. Cuando Senna comenzó a correr, tenía que luchar por un lugar en el corazón de un pueblo que ya reverenciaba a dos campeones del mundo: Emerson Fittipaldi y Nelson Piquet. Fue con éste, aún en la cima cuando Senna llegó a la F1, que hubo una fuerte rivalidad, que dividió a los brasileños.

Piquet era el ídolo de los jóvenes de clase media, que como él iban a la calle los viernes en la noche, para correr sus Vochos y Brasilias modificados. Senna nació con dinero, ya corría go-karts desde los 4 años de edad.



Dominio de la mercadotecnia



Más adaptado a un mundo que cada vez más exigía un comportamiento volcado hacia la mercadotecnia personal, Senna era amable con los reporteros y también con los fanáticos, aunque algunos afirmar que a éstos últimos sólo les trataba bien si había alguien de los medios que fuera testigo.

La estrella de Senna, sin embargo, era innegable y comenzó a brillar en el Gran Premio de Mónaco, el 15 de mayo de 1984. Era la primera vez que el piloto corría en el más famoso, elegante y difícil de los circuitos. Llovía como nunca. Senna, luego de salir en 13º lugar, iba ganando posiciones. En la vuelta 28, su desconocido auto Toleman estaba pegado a la cola de McLaren de Alain Prost. Rebasarlo era una cuestión de tiempo. Así lo sabía él. Así lo vieron el director de la prueba, el belga Jacky Ickx; el ex - presidente de la FIA, el francés Jean Marie Balestre (quien había dejado el puesto el año anterior, pero aún tenía mucho poder) y, por supuesto, el mismo Alan Prost. Senna le quitaba un segundo por vuelta. Finalmente, en la vuelta 31, logra rebasar a Prost sólo para ver la carrera suspendida en esa misma vuelta. Por reglamento, una vez que la carrera es suspendida, quedan como oficiales las posiciones que ocupan los pilotos la vuelta anterior, lo que ponía a Prost en primer lugar y el brasileño en segundo.

También por reglamento, como la carrera fue suspendida antes de la mitad total de vuelta y de tiempo, los pilotos sólo suman la mitad de los puntos que normalmente ganarían. Así, Prost no ganó nueve, sino seis. Senna quedó con tres, en lugar de seis, pero la providencia divina vendría en su auxilio para escribir una venganza que ni él pudo pedir mejor.

Porque al final del año, el austriaco Niky Lauda fue el campeón por tan sólo medio punto más que Prost. Si la victoria en Mónaco hubiese sido dada a Senna, cinco vueltas más tarde, Prost hubiera quedado con seis puntos en esa carrera, 1.5 más que lo que tuvo y con esto, hubiera conseguido su primer título mundial.

No puedo imaginar más que una sonrisa dibujada en la boca de Ayrton Senna luego del final de esa temporada.

Es con esta imagen del mayor piloto de la historia, la que prefiero recordar a cada aniversario de su inolvidable muerte.

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