Ideas

Aristóteles en su laberinto

“Bastan dos espejos opuestos para construir un laberinto”: Jorge Luis Borges

Uno de los problemas de todo gobernante es la lejanía de la realidad. Aristóteles Sandoval es, me consta, un gobernador que dialoga con muchos actores. Aún así, en sus oficinas de Palacio o de Casa Jalisco cuando voltea encuentra a colaboradores que le dicen lo que quiere oír. No es un problema de su estilo personal de gobernar, es un problema general del poder, aquí y en China; en Argentina o Estados Unidos; en Francia o en Burundi. El sistema del poder está diseñado para que el poderoso encuentre eco de su propia voz, de sus ideas, de su imagen (no es gratuito que muchos políticos terminen enamorados de sí mismos). Los palacios son cuartos de espejos; verdaderos laberintos donde los gobernantes se pierden, pues a donde se muevan se encuentran a ellos mismos. Los palacios aíslan de la realidad, mientras los sistemas de poder hacen su chamba: la búsqueda incansable de su reproducción.

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El gobernador Aristóteles Sandoval está en el momento más complejo de su mandato. Tiene que salir del cuarto de espejos, del laberinto que lo engañó: las encuestas que le pasaban decían otra cosa; los asesores le aseguraban que su partido y sus candidatos iban a ganar; nadie le dijo nos equivocamos o te equivocaste; rodeado de guardias y de la parafernalia del poder no se enteró que a diez o quince metros de donde él caminaba, el mundo era otro. >

En un acto de congruencia política, su jefe de gabinete, Enrique Dau, puso su renuncia a disposición del gobernador y conminó a todos los miembros del gabinete a que así lo hicieran. (No sé si todos lo secundaron; sé que algunos sí). Se dirá que no es necesario, pues el gobernador puede correrlos cuando quiera, pero es simplemente un acto de congruencia política y corresponsabilidad. Es, a fin de cuentas, ayudarle al gobernador a romper los espejos de Palacio.

Cómo reconstruya el gobernador su gabinete será una señal de la forma en que procesó el golpe electoral. El de hoy es un gabinete conformado esencialmente por gente cercana, esos que son fundamentales en términos de lealtad, pero que suelen ser los peores cuando se trata de entender lo que pasa fuera. En lo gabinetes de lealtad la gran batalla es por la cercanía y la simpatía del poderoso; todos quieren quedar bien con el líder, buscan leerle el pensamiento y decirle lo que creen que quiere oír para congratularse con él. A la larga son los que más daño hacen. >

En el otro extremo está el gabinete profesionalizado, el que se basa más en las capacidades individuales que en el sentido de cuerpo. Suele ser más eficiente en términos de administración pública pero carece de visión de grupo y sentido político. Estos gabinetes tienen el problema de que lejos de ayudar a la reproducción del poder lo dispersan (el de Alberto Cárdenas es un buen ejemplo de ello).

En medio, por supuesto, hay muchas opciones. En el momento político que vive el gobernador se requiere un gabinete más pegado hacia la segunda opción, más comprometido con los resultados que con el grupo político, pero que se ajuste a sus necesidades y su visión política. >

Esa es justamente la gran decisión que tiene que tomar Aristóteles en su laberinto.

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