Algunos libros de 2016 (I)
Las discusiones sobre quién aparece y quién no en las listas de libros “del año” suelen ponerse desagradables. Por eso, como reclaman muchos de quienes critican este tipo de textos, hay que apresurarse a aclarar, y se hace cada vez para evitar confusiones, que el listado que acá se propone es subjetivo y personal y no el endoso editorial de un medio o institución a la obra o carrera de nadie.
Claro que hubo un mar de publicaciones y las que menciono aquí son, sencillamente, aquellas cuya lectura disfruté más entre las que aparecieron publicadas, de enero a diciembre de 2016, en los terrenos de la narrativa y el ensayo mexicanos (este último, a comentar la próxima semana), que son los campos de interés actual de quien esto escribe. Mejores y más autorizadas plumas tendrán que elucubrar, me temo, sobre poesía y teatro (la ausencia de títulos de ambos géneros aquí sólo habla de las limitaciones de este lector y no de la importancia de lo que se publicó).
Algunos de los libros más trascendentes en la narrativa mexicana de 2016, editorialmente hablando, fueron: “Había mucha neblina o humo o no sé qué” (Random House), de Cristina Rivera Garza, acercamiento híbrido a Juan Rulfo, a caballo entre el estudio y la confesión, de la mano de una pluma imprescindible. La edición de los “Cuentos completos” (Alfaguara), de Elena Garro, por otro lado, dio banderazo al centenario de la escritora y, más allá de las polémicas, permite un acercamiento a una obra que se vio durante mucho tiempo opacada. “No voy a pedirle a nadie que me crea” (Anagrama), de Juan Pablo Villalobos, ganó el premio Herralde y consolida al alteño como una de las voces destacadas de los años recientes. Y, para cerrar esta sección, la novela “Tierra roja”, de Pedro Ángel Palou (Planeta), fue el best-seller literario del año, siguiendo la línea que el escritor ha trabajado al respecto de algunas figuras de la historia nacional, esta vez con Lázaro Cárdenas como eje.
Entre los debuts y sorpresas del año pueden mencionarse títulos como la sutil novela “En un claro de bosque, una casa” (ERA), de Vanessa Garnica, narradora que no ha recibido los reflectores que su obra merece. También, del regio Luis Panini, llegó la disfrutable novela fantástica “Los cronopolios” (Destino), primera incursión del autor en el género. Tres novelas notables: el duro thriller carcelario “La caída de cobra”, de José Miguel Tomasena (Tusquets); la experimental y rigurosa “Yakarta”, de Rodrigo Márquez Tizano (Sexto Piso); y la muy divertida “Salida de emergencia”, de Maira Colín (La Cifra).
Y mi favorito del año, la espléndida colección de cuentos: “¡Canta, herida!”, de Gabriel Rodríguez Liceaga (Paraíso Perdido).
Terminamos con otros títulos de gran factura: “Vientos de Santa Ana”, de Daniel Salinas Basave (Random House), “Dieciséis toneladas”, de Ronnie Medellín (Tierra Adentro), “El último desayuno”, de Rogelio Guedea (Random House), “Tus dos muertos”, de Jorge Alberto Gudiño (Alfaguara), “Corazón sicario”, de Gibrán Valle (Destino-UNAM) y “¿Qué tanto es morir?”, de Jaime Garba (Arlequín).