Ideas

* “Coco-wash”

“Está clarísimo”, como a él le gusta decir: primero, que el Guadalajara no supo ganar; segundo, que su dueño (o “presidente”, como se prefiera) no supo perder.
 
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Por si sirve la anécdota, cuando Santiago Bernabeu era presidente y Miguel Muñoz entrenador del Real Madrid —y éste, sin habérselo propuesto mediante desplegados en la prensa, el mejor equipo del mundo—, un directivo, en junta de consejo, criticó el planteamiento de un partido que acababa de perderse.
 
Don Santiago, sin inmutarse, lo atajó:
 
—Frente a ti está un cajón. Ábrelo... Ahí hay una hoja en blanco. Sácala... Ahora, en esa hoja escribe tu renuncia y fírmala... Y que a todos nos recuerde una cosa: que las disposiciones del entrenador son indiscutibles para los directivos.
 
Otros grandes dirigentes de clubes que en el mundo han sido, han dado ejemplos similares. La conclusión es, siempre, la misma: “Al técnico, o se le respeta... o se le destituye”.
 
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Al resollar por la herida como lo hizo tras el fracaso de su juguete caro ante el Querétaro, el dueño de la pelota faltó al respeto a su entrenador (“Estos últimos dos partidos son de dar vergüenza”; “fue una cuestión táctica equivocada, un planteamiento equivocado y un desarrollo equivocado...”);  faltó al respeto a sus jugadores (“Les faltaron pantalones”; “no usaron ni su talento ni su manera de jugar”; “ya están grandecitos para que unos gritos desesperados de su entrenador los desconcentren...”); pero, sobre todo, al evidenciar su absoluta miopía para analizar el partido; al no enterarse de que al Guadalajara, en lo colectivo, le sobraron llegadas —tuvo 10 o 12, nítidas—, aunque sus atacantes, en lo individual, fueran incapaces de concretar las oportunidades que el planteamiento de su técnico y su propia disciplina táctica les generaron para ganar por goliza, se faltó al respeto a sí mismo.
 
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Quizá las estridentes declaraciones del dueño del equipo le ganen, como sucede con los jugadores que incurren en crasos y hasta escandalosos errores conductuales, una semana de “coco wash” en Bogotá...
 
Una cosa es que, por ser el patrón, tenga derecho a pensar lo que le plazca; otra muy diferente, que no entienda que la sensatez no significa decir lo que se piensa, sino pensar lo que se dice: conectando la lengua con el cerebro, como un dirigente serio debería hacerlo; no con el hígado, como él lo hizo.
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