Ideas

- “Inflar perros”

A falta de propuestas, buenas son “estrategias de campaña”...

Cervantes, en el prólogo a la Segunda Parte de “El Quijote”, refiere que un loco, en Sevilla, provisto de un cañuto afilado por un extremo, “en cogiendo algún perro en la calle (...), como mejor podía le acomodaba el cañuto en la parte en que, soplándole, lo ponía redondo como una pelota, y en teniéndolo desta suerte (...) le soltaba, diciéndole a los circunstantes (...): ‘¿Pensarán vuestras mercedes ahora que es poco trabajo hinchar un perro?’...”.

                                                                                                                                               -II-

Eso es —dicho sin el menor afán de ofender— lo que hacen, aquí y ahora, los publicistas a sueldo de los partidos políticos: inflar perros. Con tácticas más sofisticadas, si se quiere; con instrumentos menos burdos que antaño, desde luego, pero, en último análisis, con la misma intención: llamar la atención de los circunstantes, cuidando más la presentación del envoltorio que la calidad del contenido.

Los candidatos a “La Grande” —y aun a las medianas y pequeñas— que hasta ahora han aparecido en escena, han sido incapaces de crecer, como tales, por sí mismos. Y es lógico: están vacíos; carecen de discurso y de ideas propias. Se les escogió porque los mercadólogos, especialistas en diseñar envolturas y frases capaces de vender —dicho sea, valga la reiteración, sin ánimo de ofender— cualquier porquería, decidieron que, sólo por fotogénicos, podrían ser, también, “los más rentables”...

El candidato pone, para efectos de la foto (es decir, de la imagen que se trata de vender), su mejor cara de dulzura, bondad e inteligencia. Del resto se encargan los publicistas: desde vestir al mono hasta hacerlo hablar cuando haga falta —ahí está el teleprompter que no se raja...—, y hasta bailar cuando sea necesario.
 
                                                                                                                                            -III-

Tiempos hubo, Señor Don Simón, en que las campañas de los candidatos —los de la oposición, sobre todo— eran, por sí mismas, un espectáculo. Y es que aquellos opositores sistemáticos a la “dictadura perfecta” que duró siete décadas, eran idealistas aferrados al sueño del bien común y la justicia social; no simples logreros o despreciables vividores de la política.

Por ponerles nombre y apellido, eran los González Luna, Gómez Morín, Lombardo Toledano y demás héroes —y a veces hasta mártires— que se habían mantenido en las trincheras, dignos, enhiestos, aferrados a sus convicciones (porque las tenían), sin limitarse a flotar —como perros inflados— sobre las aguas putrefactas de la política.

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