Ideas

- Estridencias

“Espectaculares”, los llaman eufemísticamente. En rigor, deberían llamarse “estridentes”...

Se trata de los anuncios descomunales que proliferan, que se han adueñado del espacio público, que se multiplican cuando hay el pretexto de las campañas electorales y que han generado, incluso, verdaderos ecocidios: el sacrificio de innumerables árboles a los que se ha despojado inmisericordemente de sus copas con la deliberada intención de que no “quiten vista” a los carteles gigantescos.

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-II- >

Hacia ellos, según acaba de informarse, apunta sus baterías un programa “metropolitano” que pretende “ordenar” ese fenómeno, a semejanza de las varias ciudades del país que en ese rubro son ejemplos vivientes de esmero por cuidar la imagen de la casa común de sus habitantes y visitantes: Zacatecas, Querétaro, San Luis Potosí, Morelia, Guanajuato, el propio Distrito Federal... De entrada, porque la mancha urbana está infestada --literalmente-- de esa plaga: se estima que en Guadalajara y anexas hay cerca de seis mil rótulos de dimensiones mayúsculas; después, porque muchos de ellos han sido instalados (aunque ni Ripley lo crea) de manera clandestina: es decir, sin la correspondiente autorización del Gobierno municipal.

Independientemente del abuso que esa práctica implica, es poco probable que las agencias de publicidad que los manejan tengan la honradez de notificarles a sus posibles clientes que la utilidad de esa propaganda es muy relativa, muy discutible. En esa materia suele decirse que la publicidad incumple sus objetivos lo mismo cuando peca de defectuosa que cuando es excesiva. En este último caso, a semejanza de lo que sucede cuando un producto o un servicio se anuncia mediante un equipo de sonido chirriante o estridente, el receptor no capta el mensaje; y si lo capta, lo rechaza porque le resulta desagradable... Es como cuando se come demasiado: el alimento indigesta, y en un momento dado se vomita. >

-III-

Al margen de las cuestiones mercadológicas del tema, el caso es que los encargados de hacer cumplir las leyes (normas que las sociedades se dan y las autoridades deben aplicarse sistemáticamente a ejecutar, en orden al bien común) incorporan este tema a la lista de propósitos que al ciudadano común, tan acostumbrado a pasar de las promesas de campaña a los desencantos de gobierno, quizá le parecían ilusorios. Las banquetas libres; el desalojo de vendedores ambulantes del Primer Cuadro; ahora esto... >

Entrenado por sus gobernantes para ser escéptico (dicen que “La burra era arisca...”), el ciudadano común ahora se pregunta si será verdad tanta belleza...

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