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SWAT carioca

El narrador es un hombre trastornado, capitán de un escuadrón especial que extermina delincuentes, que sufre ataques de pánico y ansiedad, porque su esposa está cerca de dar a luz su primer hijo.

Cruda y violenta, son las dos palabras preferidas por los comentaristas de cine para calificar Tropa de elite, película brasileña que el año pasado fue la más vista y discutida en su país. De manera sutil ambas refieren esa impresión general de asombro y repudio que provoca la cinta.

Asombro por la forma llana y sin concesiones pudorosas con que muestra un sistema de vida social, corrupto en todos sus niveles. Repudio por lo que parece una más de esas cínicas aclamaciones fílmicas –se dice que en Brasil el público vitoreó varios de los momentos más agresivos- de que el único método efectivo para combatir la corrupción es eliminar sin miramientos a las personas. Por algo será que la Internet Movie Database incluye los viejos éxitos de Clint Easwood: Mágnum Force (1973) y Harry el sucio (1971), como recomendaciones para quien le guste ésta película.

La cinta resuelve su argumento siguiendo el esquema del cine de acción. Abre con una situación en la que nos encontramos con la mayoría de los personajes y la voz de un narrador que muy pronto se convierte en una de las figuras centrales. Lo que acontece en ese momento se deja en cierto suspenso para retroceder e ir conociendo poco a poco a los personajes y las circunstancias que los llevaron hasta el punto de arranque.

El narrador es un hombre trastornado, capitán de un escuadrón especial que extermina delincuentes, que sufre ataques de pánico y ansiedad, porque su esposa está cerca de dar a luz su primer hijo. Los otros son dos policías novatos y honestos, Neto y Andre, que resienten la red de corrupción que contamina la organización en la que trabajan. A través de André, que además estudia leyes, la trama se extiende y toca otros círculos sociales como la burguesía ilustrada que asiste a las universidades y acaba nutriéndose de ideales y principios liberales muy cuestionables. Esos elementos le permiten al realizador coquetear con la densidad intelectual, pues introduce los pensamientos de Michel Foucault en Vigilar y castigar, como sugiriendo que se trata de una especie de marco conceptual que ayudará al espectador a interpretar la brutalidad e irracionalidad de lo que se expone.

Por otra parte, una dosis de humor corrosivo se alcanza a notar en la descripción de la podredumbre policíaca y en el hecho de que la operación de exterminio –los hechos se ubican en 1997- germine a raíz de una próxima visita del Papa Juan Pablo II a Río de Janeiro. Al final lo que queda claro es que el director reconoce que el problema es demasiado complejo como para reducirlo a un artículo de entretenimiento con víctimas, buenos y malos, y opta por no insinuar salidas ni diagnósticos.
 
Como en Bourne: el ultimátum, gran parte del brío y la tensión depende de una cámara móvil e inestable que registra, con nerviosismo, todo lo que pasa.

Tropa de elite, Brasil, 2007; Dirección: José Padilha; Guión: Braulio Mantovani, Rodrigo Pimentel, José Padilha; Actuación: Wagner Moura, Caio Junqueira, André Ramiro.

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