Entretenimiento
La Verdad sobre el Caso Galileo
En las dos partes anteriores se ha dejado ver el juicio contra Galileo de 1633, como el acto fundamental de la Inquisición contra el genial científico
Tercera y última entrega
En las dos partes anteriores se ha dejado ver el juicio contra Galileo de 1633, como el acto fundamental de la Inquisición contra el genial científico. La causa por la que fue acusado y llevado al juicio residió en el también citado libro “Diálogo en torno a los dos grandes sistemas del mundo, el tolemaico y el copernicano”.
No se tienen pruebas fehacientes sobre la causa por la que el Papa Urbano VIII se enojara tanto con Galileo como para ponerlo en manos de la Inquisición, pero podríamos ensayar una hipótesis. En el mencionado libro parecen dos personajes –los que dialogan–, Salviati, defensor del copernicanismo, y Simplicio, defensor de la posición tradicional de Aristóteles y Tolomeo, quien siempre pierde los debates. Hubo un personaje real llamado Simplicio, quien fue uno de los grandes comentadores antiguos de Aristóteles, pero en la obra de Galileo daba la impresión de que sus argumentos y su actitud correspondían demasiado bien a su nombre. Después de haber expuesto todos los argumentos físicos y filosóficos a favor de Aristóteles y Tolomeo, al final de la obra Simplicio utiliza como argumento final el esgrimido por el Papa en sus previas entrevistas con Galileo: quien pretendiera haber demostrado el copernicanismo estaría poniendo límites a la omnipotencia de Dios. La hipótesis es que el Papa se sintió aludido y personificado en Simplicio. Además, como se ha señalado en la primera parte, las circunstancias personales de Urbano VIII en aquel momento eran difíciles, y no se podía tolerar un libro en el que se defendiera una teoría condenada por la Congregación del Índice en 1616 como falsa y contraria a la Sagrada Escritura.
Galileo llegó a Roma el 13 de febrero de 1633 y hasta el 12 de abril vivió en el Palacio de Florencia, donde se encontraban la embajada de Toscana y la casa del embajador. El juicio debió comenzar apenas Galileo llegara, pero como se había descubierto en los Archivos del Santo Oficio el escrito de 1616 en el que se prohibía a Galileo tratar de cualquier forma el copernicanismo, el caso se alargaba, pues la Inquisición deliberaba sobre la forma de actuar.
Finalmente el proceso se centró completamente en una única acusación: la de desobediencia al precepto de 1616. El 30 de abril, Galleo reconoció ante el tribunal del Santo Oficio que, no por mala fe, sino por vanagloria y deseo de mostrarse más ingenioso que todos los demás, había expuesto los argumentos a favor del copernicanismo con mayor fuerza de la que él mismo creía que tenían. El 16 de junio la Congregación del Santo Oficio tuvo su reunión con el Papa, quien decidió que Galileo fuera interrogado sobre sus intenciones; después, debería abjurar de la sospecha de herejía ante la Congregación en pleno, sería condenado a cárcel, se le prohibiría que en el futuro tratara de cualquier modo el tema del movimiento de la Tierra y se prohibiría el “Diálogo”.
El 22 de junio Galileo fue llevado al convento de Santa María, donde se le leyó la sentencia y abjuró de su opinión acerca del movimiento de la Tierra delante de la Congregación. Para Galileo fue lo más desagradable de todo el proceso, porque afectaba directamente a su persona y se desarrolló en público de manera humillante. Aquí se debe aclarar que la frase “y sin embargo se mueve” atribuida a Galileo en esos momentos, carece de todo sustento histórico, no aparece en ninguno de los documentos de la época, por lo que podemos afirmar que forma parte de las leyendas que se tejen alrededor de los grandes personajes.
El 23 de junio el Papa concedió que la cárcel fuera conmutada por arresto en Villa Medici y, a petición del Gran Duque de Toscana, el Papa, junto con el Santo Oficio, concedió el 1 de diciembre de 1633 a Galileo que pudiera regresar a su casa en las afueras de Florencia, con tal que permaneciera como en arresto domiciliario. Consta que el 17 de diciembre Galileo ya estaba en su casa y permaneció allí hasta su muerte, acaecida en 1642. En su casa siguió trabajando; terminó sus “Discursos y demostraciones en torno a dos nuevas ciencias”, obra que se publicó en Holanda en 1638, la cual se considera su obra más importante y que, junto con los “Principios matemáticos de la filosofía natural” de Newton, publicada en 1678, marca el nacimiento definitivo de la ciencia experimental moderna.
El proceso de Galileo no debería entenderse como un enfrentamiento entre ciencia y religión, debido a que él siempre se consideró católico e intentó demostrar que el copernicanismo no se oponía a la doctrina católica. Por su parte, los eclesiásticos no se oponían al progreso de la ciencia, como puede comprobarse por el hecho de que durante su viaje a Roma en 1611, se tributó a Galileo un gran homenaje público en un acto celebrado en el Colegio Romano de los jesuitas, por sus descubrimientos astronómicos.
Uno de los problemas es que la ciencia experimental, tal como la conocemos ahora, estaba en periodo embrionario; Galileo fue uno de sus fundadores. La ciencia moderna no existía, por lo que el Galileo que veían las autoridades de su época era muy diferente al que vemos ahora, a la luz de la física desarrollada durante casi cuatrocientos años. Es terriblemente injusto emitir juicios contra lo acontecido en ese entonces con los valores y criterios de hoy.
Antonio Lara Barragán Gómez OFS
Escuela de Ingeniería Industrial
Universidad Panamericana
Campus Guadalajara
HYPERLINK “mailto:antonio.lara_baragan(arroba)up.edu.mx”
_antonio.lara-baragan(arroba)up.edu.mx
En las dos partes anteriores se ha dejado ver el juicio contra Galileo de 1633, como el acto fundamental de la Inquisición contra el genial científico. La causa por la que fue acusado y llevado al juicio residió en el también citado libro “Diálogo en torno a los dos grandes sistemas del mundo, el tolemaico y el copernicano”.
No se tienen pruebas fehacientes sobre la causa por la que el Papa Urbano VIII se enojara tanto con Galileo como para ponerlo en manos de la Inquisición, pero podríamos ensayar una hipótesis. En el mencionado libro parecen dos personajes –los que dialogan–, Salviati, defensor del copernicanismo, y Simplicio, defensor de la posición tradicional de Aristóteles y Tolomeo, quien siempre pierde los debates. Hubo un personaje real llamado Simplicio, quien fue uno de los grandes comentadores antiguos de Aristóteles, pero en la obra de Galileo daba la impresión de que sus argumentos y su actitud correspondían demasiado bien a su nombre. Después de haber expuesto todos los argumentos físicos y filosóficos a favor de Aristóteles y Tolomeo, al final de la obra Simplicio utiliza como argumento final el esgrimido por el Papa en sus previas entrevistas con Galileo: quien pretendiera haber demostrado el copernicanismo estaría poniendo límites a la omnipotencia de Dios. La hipótesis es que el Papa se sintió aludido y personificado en Simplicio. Además, como se ha señalado en la primera parte, las circunstancias personales de Urbano VIII en aquel momento eran difíciles, y no se podía tolerar un libro en el que se defendiera una teoría condenada por la Congregación del Índice en 1616 como falsa y contraria a la Sagrada Escritura.
Galileo llegó a Roma el 13 de febrero de 1633 y hasta el 12 de abril vivió en el Palacio de Florencia, donde se encontraban la embajada de Toscana y la casa del embajador. El juicio debió comenzar apenas Galileo llegara, pero como se había descubierto en los Archivos del Santo Oficio el escrito de 1616 en el que se prohibía a Galileo tratar de cualquier forma el copernicanismo, el caso se alargaba, pues la Inquisición deliberaba sobre la forma de actuar.
Finalmente el proceso se centró completamente en una única acusación: la de desobediencia al precepto de 1616. El 30 de abril, Galleo reconoció ante el tribunal del Santo Oficio que, no por mala fe, sino por vanagloria y deseo de mostrarse más ingenioso que todos los demás, había expuesto los argumentos a favor del copernicanismo con mayor fuerza de la que él mismo creía que tenían. El 16 de junio la Congregación del Santo Oficio tuvo su reunión con el Papa, quien decidió que Galileo fuera interrogado sobre sus intenciones; después, debería abjurar de la sospecha de herejía ante la Congregación en pleno, sería condenado a cárcel, se le prohibiría que en el futuro tratara de cualquier modo el tema del movimiento de la Tierra y se prohibiría el “Diálogo”.
El 22 de junio Galileo fue llevado al convento de Santa María, donde se le leyó la sentencia y abjuró de su opinión acerca del movimiento de la Tierra delante de la Congregación. Para Galileo fue lo más desagradable de todo el proceso, porque afectaba directamente a su persona y se desarrolló en público de manera humillante. Aquí se debe aclarar que la frase “y sin embargo se mueve” atribuida a Galileo en esos momentos, carece de todo sustento histórico, no aparece en ninguno de los documentos de la época, por lo que podemos afirmar que forma parte de las leyendas que se tejen alrededor de los grandes personajes.
El 23 de junio el Papa concedió que la cárcel fuera conmutada por arresto en Villa Medici y, a petición del Gran Duque de Toscana, el Papa, junto con el Santo Oficio, concedió el 1 de diciembre de 1633 a Galileo que pudiera regresar a su casa en las afueras de Florencia, con tal que permaneciera como en arresto domiciliario. Consta que el 17 de diciembre Galileo ya estaba en su casa y permaneció allí hasta su muerte, acaecida en 1642. En su casa siguió trabajando; terminó sus “Discursos y demostraciones en torno a dos nuevas ciencias”, obra que se publicó en Holanda en 1638, la cual se considera su obra más importante y que, junto con los “Principios matemáticos de la filosofía natural” de Newton, publicada en 1678, marca el nacimiento definitivo de la ciencia experimental moderna.
El proceso de Galileo no debería entenderse como un enfrentamiento entre ciencia y religión, debido a que él siempre se consideró católico e intentó demostrar que el copernicanismo no se oponía a la doctrina católica. Por su parte, los eclesiásticos no se oponían al progreso de la ciencia, como puede comprobarse por el hecho de que durante su viaje a Roma en 1611, se tributó a Galileo un gran homenaje público en un acto celebrado en el Colegio Romano de los jesuitas, por sus descubrimientos astronómicos.
Uno de los problemas es que la ciencia experimental, tal como la conocemos ahora, estaba en periodo embrionario; Galileo fue uno de sus fundadores. La ciencia moderna no existía, por lo que el Galileo que veían las autoridades de su época era muy diferente al que vemos ahora, a la luz de la física desarrollada durante casi cuatrocientos años. Es terriblemente injusto emitir juicios contra lo acontecido en ese entonces con los valores y criterios de hoy.
Antonio Lara Barragán Gómez OFS
Escuela de Ingeniería Industrial
Universidad Panamericana
Campus Guadalajara
HYPERLINK “mailto:antonio.lara_baragan(arroba)up.edu.mx”
_antonio.lara-baragan(arroba)up.edu.mx