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Tengo tentación de un beso
Una de las tareas más complejas que en materia de legislación tiene la sociedad contemporánea, es aquella que toca los bordes y centros de la cultura.
La cultura entendida como ese concepto que engloba no solo los productos que consumimos y usamos como libros, discos, obras de teatro, conciertos y demás expresiones artísticas ligadas al placer estético y al espectáculo; sino también referente a las tradiciones, costumbres, formas de ser de una comunidad, sus miedos, caracteres y pudores, entre otros factores que delinean la manera de vida comunitaria.
Hacer leyes para potencializar las formas de desarrollo de los artistas, mejorar la calidad y oferta de los productos culturales, y propiciar así una sociedad más diversa, sensible, en pleno diálogo y crítica, es un reto que los gobiernos han tomado no sin tropiezo lamentable, pero con resultados loables que estimulan a la continuidad y fortaleza de dichas leyes.
En cambio, hacer leyes para definir mecanismos de cómo debemos ser, qué debemos comer, qué ropa vestir, que música escuchar, qué leer, cómo comportarnos en público, o cómo besarnos, es una realidad ajena a las leyes, al menos a aquellas que dicen sostener una democracia.
Por eso, el hecho de que en Guanajuato ciudad, se hayan prohibido los "besos apasionados", responde a la lógica del buen humor, como bien lo señaló -aunque fuera de tiempo- el alcalde de esa ciudad, al calificar la decisión de su propio gobierno como "un chascarrillo", luego de conocer los estragos nacionales que causaron sus "reformas de innovación cultural".
Y como bien sabemos, esa prohibición existe en documento, aprobada y firmada, aunque ahora reculada por el alcalde, quien se niega a su publicación, como exige la norma.
Como bien se dice, la realidad supera la ficción. Y una vez más el tema cultural es su protagonista. Pero ante lo absurdo, como ante lo adverso, siempre existe el giro a lo positivo: nunca una autoridad había sido tan eficiente en sus programas de turismo: cientos y cientos de parejas tienen tentación de un beso, pero en Guanajuato.
La cultura entendida como ese concepto que engloba no solo los productos que consumimos y usamos como libros, discos, obras de teatro, conciertos y demás expresiones artísticas ligadas al placer estético y al espectáculo; sino también referente a las tradiciones, costumbres, formas de ser de una comunidad, sus miedos, caracteres y pudores, entre otros factores que delinean la manera de vida comunitaria.
Hacer leyes para potencializar las formas de desarrollo de los artistas, mejorar la calidad y oferta de los productos culturales, y propiciar así una sociedad más diversa, sensible, en pleno diálogo y crítica, es un reto que los gobiernos han tomado no sin tropiezo lamentable, pero con resultados loables que estimulan a la continuidad y fortaleza de dichas leyes.
En cambio, hacer leyes para definir mecanismos de cómo debemos ser, qué debemos comer, qué ropa vestir, que música escuchar, qué leer, cómo comportarnos en público, o cómo besarnos, es una realidad ajena a las leyes, al menos a aquellas que dicen sostener una democracia.
Por eso, el hecho de que en Guanajuato ciudad, se hayan prohibido los "besos apasionados", responde a la lógica del buen humor, como bien lo señaló -aunque fuera de tiempo- el alcalde de esa ciudad, al calificar la decisión de su propio gobierno como "un chascarrillo", luego de conocer los estragos nacionales que causaron sus "reformas de innovación cultural".
Y como bien sabemos, esa prohibición existe en documento, aprobada y firmada, aunque ahora reculada por el alcalde, quien se niega a su publicación, como exige la norma.
Como bien se dice, la realidad supera la ficción. Y una vez más el tema cultural es su protagonista. Pero ante lo absurdo, como ante lo adverso, siempre existe el giro a lo positivo: nunca una autoridad había sido tan eficiente en sus programas de turismo: cientos y cientos de parejas tienen tentación de un beso, pero en Guanajuato.