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Las exigencias exangües

Como este año que llega a su fin, caído, violentado, acribillado, quizá entre los más tristemente memorables, con un sinfín de muertos en su haber por la causa perdida contra el narcotráfico, llegan también las ilusiones de muchos ciudadanos que creyeron en un 2008 más esperanzador.

Pero si de aliento puede servir el saber que no ha sido tan drástica la realidad, las declaraciones y las estadísticas anuncian un año 2009 más oscuro que su antecesor. Un año con más inestabilidad económica y social, nos repiten los analistas en sus columnas. Y acá, en Guadalajarita, pensamos que a lo económico y a lo social se le suma, desde ya, lo político, porque tenemos elecciones intermedias en julio y entonces decidiremos sobre los nuevos diputados y alcaldes.

Y como a lo político, lo cultural -como hemos visto y comprobado- le reditúa bien, pues seguramente que habrá expectativa en el rubro. O más que expectativa, síntomas: acciones y declaraciones, pero sobre todo, deberá haber hechos concretos que materialicen el posible compromiso y cumplimiento de responsabilidades.

Acostumbrados que estamos a escuchar promesas, éstas llegarán, acompañadas sin lugar a dudas de actos simbólicos e inherentemente falsos. Por ello será conveniente que en pro de la verdad, y de la honestidad (término electoralmente cotizado en los últimos años e impunemente deteriorado por quienes lo han utilizado), se exija el compromiso puntual, específico y por escrito, de quienes aspiren a un cargo popular.

El campo fértil y virgen sigue siendo el de la creación de políticas públicas que rebasen los intereses partidistas y cortoplacistas, electoreros. Las necesidades y las soluciones en materia de cultura no parten de la diversión o el espectáculo, ni de fiestas callejeras o encuentros etílicos, estrategias éstas ajenas a la diversidad y al fomento de una cultura plural, abierta, trascendente y, sobre todo, formativa de valores identitarios.

Las expectativas deben ser de exigencias que atraviesen los intereses de partido; deben ser firmes y no negociables; deben ser de recuperación de lo que es nuestra sociedad y de lo que queremos ser como cultura.

Las exigencias se derivan de deudas anquilosadas: infraestructura que desde la década de los 50 no asoma novedad alguna; urge la construcción de espacios para el teatro y la danza; urge la edificación exclusiva de centros de desarrollo cultural para jóvenes y niños; urge el vínculo directo y presupuestal entre las funciones educativas con la vida y el desarrollo artístico de la ciudad.

Por ello, si 2008 fue un año difícil pero no más negro que el que empieza este jueves, la tolerancia debe ser cero para las autoridades ajenas a la realidad, distantes a la comunidad y con intereses partidistas antes que con la ciudadanía.

Las necesidades y las soluciones en materia de cultura pasan por la formación de valores identitarios.

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