Deportes
Atuendo futbolero
“Cuando el hombre no se encuentra a sí mismo, no encuentra nada”. Johann Wolfgang von Goethe.
Siete años con Vergara
Hombre de claroscuros, Jorge Carlos Vergara Madrigal llega en uno de sus peores momentos al séptimo año de control accionario de un equipo-religión llamado Chivas Rayadas del Guadalajara, conocido también por esta misma connotación mística como “El Rebaño Sagrado”.
Aclarando que no es el dueño total de Chivas porque le falta comprar los pequeños paquetes accionarios de René Rivial y Alberto Agnesi hijos, que se adhirieron al proyecto y no vendieron sus antiguos certificados de aportación, transformados en una asamblea impugnada en acciones mercantiles.
Y también le falta ganar la contienda legal que sostiene en tribunales contra 26 socios con certificados de aportación que mantienen viva la personalidad jurídica del Club Deportivo Guadalajara, Asociación Civil, que lucha sin tregua tratando de demostrar que la asamblea extraordinaria del 30 de octubre de 2002 fue ilegítima, viciada de origen y, por lo tanto, debería ser invalidad por decreto de un juez.
Por muchas razones, Vergara no llega en su mejor momento a su séptimo año porque el equipo tiene una severa caída en su parte deportiva, con dos torneos seguidos sin calificar a la liguilla y con pocas posibilidades en el actual torneo, en el que ya tuvo que cambiar no sólo de entrenador, sino hasta de forma de jugar. Hoy tiene su propia iglesia (su piedra filosofal que anunciaba un futbol ofensivo y espectacular) en manos de Lutero (Raúl Arias, el padre del futbol defensivo en México). Este error histórico de contratar para la banca a la propia antítesis de su filosofía ha sido uno de los muchos errores de la administración Vergara, en la que también (justo es reconocerlo) tiene muchos aciertos.
Otro error, que le cobrará algún día factura la propia historia de Chivas fue la de alterar, por sugerencia de la marca que los viste, el escudo de armas, no de Chivas, sino de la ciudad de Guadalajara (que tenía 470 años sin mancharse) y del Estado de Jalisco, quitándole los colores originales al árbol, a los leones y al casco. Todo eso sin contar el asunto de las rayas del uniforme, que en este torneo aparecen rasgadas, en el anterior chuecas, y en el futuro seguramente patas pa’rriba, porque se ve que Vergara no tiene mucho cuidado en no alterar la raíz histórica. Los diseñadores piensan que estos cambios ayudan a vender más playeras, pero no son guardianes de los tradiciones ni el honor del equipo.
La afición, en estos cambios, ha sido totalmente ignorada.
En estos primeros siete años también hay una lista de asignaturas pendientes en materia de promesas no cumplidas de Vergara. Para hablar de ellas necesitaríamos una página entera.
Vergara llega a su séptimo aniversario después de haber hecho no una limpia, sino una purga completa contra la gente que le ayudó a conseguir y a consolidar al equipo (Alberto Agnesi, Jorge Alarcón, Carlos Moyano, Raúl Cuevas, Carlos Isasi, Raúl Núñez, Ivar Sisniega, Juan José Frangié, Pedro Sáez, Néstor de la Torre y próximamente Rafael Lebrija). También ha roto todos los récord de impaciencia directiva al despedir a más de una docena de entrenadores en apenas 14 torneos, a saber: Daniel Guzmán, Eduardo de la Torre, Hans Westerhof, Benjamín Galindo, Xabier Azkargorta, otra vez Westerhof, Juan Carlos Ortega, “Chepo” de la Torre, Efraín Flores, Omar Arellano, Paco Ramírez, Luis Manuel Díaz y muy próximamente Raúl Arias.
Nacido bajo el signo de Piscis el 3 de marzo de 1955 en Guadalajara, de familia clasemediera, la historia propia de Jorge Vergara podría indicarnos que se trata de un hombre nacido de la cultura del esfuerzo, cuando él mismo revela que prefirió el trabajo al estudio, por lo que apenas pudo terminar la instrucción preparatoria.
Fue mecánico, traductor de textos, vendedor de autos, comerciante de carnitas, restaurantero de comida italiana, y distribuidor de Herbalife, antes de separarse de esa empresa para formar en México su empresa Omnilife.
Es, sin duda, un hombre talentoso, un empresario arrojado, un visionario en muchos sentidos, pero también un directivo de futbol que suele dar con mucha frecuencia palos de ciego.
Decir que todo lo realizado por Jorge Vergara en siete años ha sido malo sería un gravísimo error de apreciación objetiva. Ha tenido aciertos y fallas. Sólo ha conseguido un campeonato de liga en casi 14 torneos cortos. A nivel internacional no ha logrado ni Copas Sudamericana ni Libertadores. Ha vendido más de 40 jugadores, varios de ellos jugadores de la selección y futbolistas insignias de Chivas (Oswaldo Sánchez, Carlos Salcido, Ramón Ramírez, Omar Bravo o el “Bofo” Bautista), además de la joya llamada Carlos Vela. Pero ha trabajado mucho en el futuro.
A pesar de todos los errores, hoy Vergara tiene su principal tesoro en las fuerzas inferiores, con el talento de los que ganaron el mundial Sub-17 y los que hoy disputan en Nigeria otra vez el trofeo de la misma categoría y cuya base es de Chivas.
Pero a nivel de imagen, Jorge Vergara Madrigal ha dilapidado inútilmente su capital acumulado en peleas estériles que le ha provocado su propia gente incompetente y la prepotencia de su gente más cercana. Vergara se asemeja en mucho al protagonista del libro de Gabriel García Márquez, Relato de un Náufrago: es una especie de héroe popular que está empeñado inconscientemente en dinamitar su propia estatua.
Hombre de claroscuros, Jorge Carlos Vergara Madrigal llega en uno de sus peores momentos al séptimo año de control accionario de un equipo-religión llamado Chivas Rayadas del Guadalajara, conocido también por esta misma connotación mística como “El Rebaño Sagrado”.
Aclarando que no es el dueño total de Chivas porque le falta comprar los pequeños paquetes accionarios de René Rivial y Alberto Agnesi hijos, que se adhirieron al proyecto y no vendieron sus antiguos certificados de aportación, transformados en una asamblea impugnada en acciones mercantiles.
Y también le falta ganar la contienda legal que sostiene en tribunales contra 26 socios con certificados de aportación que mantienen viva la personalidad jurídica del Club Deportivo Guadalajara, Asociación Civil, que lucha sin tregua tratando de demostrar que la asamblea extraordinaria del 30 de octubre de 2002 fue ilegítima, viciada de origen y, por lo tanto, debería ser invalidad por decreto de un juez.
Por muchas razones, Vergara no llega en su mejor momento a su séptimo año porque el equipo tiene una severa caída en su parte deportiva, con dos torneos seguidos sin calificar a la liguilla y con pocas posibilidades en el actual torneo, en el que ya tuvo que cambiar no sólo de entrenador, sino hasta de forma de jugar. Hoy tiene su propia iglesia (su piedra filosofal que anunciaba un futbol ofensivo y espectacular) en manos de Lutero (Raúl Arias, el padre del futbol defensivo en México). Este error histórico de contratar para la banca a la propia antítesis de su filosofía ha sido uno de los muchos errores de la administración Vergara, en la que también (justo es reconocerlo) tiene muchos aciertos.
Otro error, que le cobrará algún día factura la propia historia de Chivas fue la de alterar, por sugerencia de la marca que los viste, el escudo de armas, no de Chivas, sino de la ciudad de Guadalajara (que tenía 470 años sin mancharse) y del Estado de Jalisco, quitándole los colores originales al árbol, a los leones y al casco. Todo eso sin contar el asunto de las rayas del uniforme, que en este torneo aparecen rasgadas, en el anterior chuecas, y en el futuro seguramente patas pa’rriba, porque se ve que Vergara no tiene mucho cuidado en no alterar la raíz histórica. Los diseñadores piensan que estos cambios ayudan a vender más playeras, pero no son guardianes de los tradiciones ni el honor del equipo.
La afición, en estos cambios, ha sido totalmente ignorada.
En estos primeros siete años también hay una lista de asignaturas pendientes en materia de promesas no cumplidas de Vergara. Para hablar de ellas necesitaríamos una página entera.
Vergara llega a su séptimo aniversario después de haber hecho no una limpia, sino una purga completa contra la gente que le ayudó a conseguir y a consolidar al equipo (Alberto Agnesi, Jorge Alarcón, Carlos Moyano, Raúl Cuevas, Carlos Isasi, Raúl Núñez, Ivar Sisniega, Juan José Frangié, Pedro Sáez, Néstor de la Torre y próximamente Rafael Lebrija). También ha roto todos los récord de impaciencia directiva al despedir a más de una docena de entrenadores en apenas 14 torneos, a saber: Daniel Guzmán, Eduardo de la Torre, Hans Westerhof, Benjamín Galindo, Xabier Azkargorta, otra vez Westerhof, Juan Carlos Ortega, “Chepo” de la Torre, Efraín Flores, Omar Arellano, Paco Ramírez, Luis Manuel Díaz y muy próximamente Raúl Arias.
Nacido bajo el signo de Piscis el 3 de marzo de 1955 en Guadalajara, de familia clasemediera, la historia propia de Jorge Vergara podría indicarnos que se trata de un hombre nacido de la cultura del esfuerzo, cuando él mismo revela que prefirió el trabajo al estudio, por lo que apenas pudo terminar la instrucción preparatoria.
Fue mecánico, traductor de textos, vendedor de autos, comerciante de carnitas, restaurantero de comida italiana, y distribuidor de Herbalife, antes de separarse de esa empresa para formar en México su empresa Omnilife.
Es, sin duda, un hombre talentoso, un empresario arrojado, un visionario en muchos sentidos, pero también un directivo de futbol que suele dar con mucha frecuencia palos de ciego.
Decir que todo lo realizado por Jorge Vergara en siete años ha sido malo sería un gravísimo error de apreciación objetiva. Ha tenido aciertos y fallas. Sólo ha conseguido un campeonato de liga en casi 14 torneos cortos. A nivel internacional no ha logrado ni Copas Sudamericana ni Libertadores. Ha vendido más de 40 jugadores, varios de ellos jugadores de la selección y futbolistas insignias de Chivas (Oswaldo Sánchez, Carlos Salcido, Ramón Ramírez, Omar Bravo o el “Bofo” Bautista), además de la joya llamada Carlos Vela. Pero ha trabajado mucho en el futuro.
A pesar de todos los errores, hoy Vergara tiene su principal tesoro en las fuerzas inferiores, con el talento de los que ganaron el mundial Sub-17 y los que hoy disputan en Nigeria otra vez el trofeo de la misma categoría y cuya base es de Chivas.
Pero a nivel de imagen, Jorge Vergara Madrigal ha dilapidado inútilmente su capital acumulado en peleas estériles que le ha provocado su propia gente incompetente y la prepotencia de su gente más cercana. Vergara se asemeja en mucho al protagonista del libro de Gabriel García Márquez, Relato de un Náufrago: es una especie de héroe popular que está empeñado inconscientemente en dinamitar su propia estatua.