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Atuendo Futbolero

Por Héctor Huerta

“Las televisoras tienen derecho de preferencia
porque son socios comerciales de la FMF”.

Decio de María.

 
Como una especie de lobo solitario, Sven Goran Eriksson vuela de un lado a otro del país, viendo partidos aquí, allá y en todas partes. Al mismo tiempo que se ve acompañado, en realidad está absolutamente solo.

Ciertamente es urgente que conozca a la mayoría de los jugadores mexicanos con condiciones de ser elegibles para la selección nacional, yendo del tingo al tango, en un interminable peregrinar por los estadios nacionales. Él sabe que lucha contra el tiempo porque llegó a México y su primer partido oficial fue de eliminatoria.
Seis meses después de asumir como entrenador nacional, aunque tiene las matemáticas medianamente a su favor en el cuadrangular eliminatorio de la Concacaf, con 10 puntos (necesitando apenas un empate para avanzar al hexagonal), tiene al mismo tiempo la desconfianza del medio. El número de escépticos que no aprueban su trabajo es cada vez mayor.

Terco como buen entrenador, Eriksson mantiene como titulares a los brillantes prospectos Carlos Vela y Giovani dos Santos, dejando fuera a experimentados de la talla de Cuauhtémoc Blanco (quien prefirió retirarse ante la negativa del sueco de darle más minutos en la cancha), Jared Borgetti, Braulio Luna, Adolfo Bautista, Antonio Naelson “Sinha” o Nery Castillo.

Ganó sufriendo como local, a Honduras, Jamaica y Canadá, pero perdió en su visita a la isla y apenas rescató un empate angustioso en Edmonton ante los canadienses.

Lo peor de todo es que en cinco partidos eliminatorios, más un amistoso ante Chile (que perdió 0-1), la selección no ha mostrado una personalidad propia, un funcionamiento colectivo que llene de ilusión a los mexicanos, ni ha sido capaz de mostrar ese brinco de calidad que se esperaba con la contratación de un entrenador con el palmarés del sueco, que tiene 30 años en el banquillo y ha acumulado 18 títulos con sus equipos.

Sven se ve como un tipo solitario, que no siempre hace caso a su asistente Paco Ramírez y que ha encontrado una barrera en el idioma cuando habla con sus jugadores.
A todos esos inconvenientes reales, que afectan su trabajo, hay que agregar la maraña de pensamientos y contradicciones que tiene un hombre que convive todos los días con su soledad, en un penthouse lujoso de Polanco, de mil metros cuadrados, en el cual sólo platica con sus muebles.

Y si esto no fuera suficiente, agréguenle los golpes innecesarios que recibe de una prensa molesta porque  Justino Compeán y Decio de María lo tienen aprisionado con los intereses de la televisión abierta mexicana, que no permite entrevistas con otros medios, medios si se trata de televisoras extranjeras.

Ha faltado un criterio más amplio para aceptar que el personaje es internacional, es un hombre que interesa en otros países y cuya opinión sobre distintos temas puede verse o escucharse en Inglaterra, en Suecia, en España o en Estados Unidos.

Como Justino y Decio responden a los intereses de la televisión abierta, haría falta una oportuna intervención de un personaje imparcial, que no tenga subordinado su criterio, como Jorge Vergara, para que les hiciera sentir que una cosa es el derecho de preferencia que tienen las televisoras abiertas mexicanas por ser socios comerciales, y otra cosa es el secuestro literal de la cara y la voz del entrenador sueco, a quien cuidan las 24 horas de los siete días de la semana, de los 30 días del mes, para que no dé entrevistas a nadie.

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