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Atuendo Futbolero

“Archundia 3, Tecos 1”, Antonio Leaño.

Cuando el congestionamiento de tránsito ahoga la circulación en una hora pico (de cualquier ciudad), el automovilista lamenta la intervención inadecuada del agente vial: “Era mejor el semáforo que el mamífero”.

Desde hace algunos años, en la Secretaría General de la Federación Mexicana de Futbol, don Decio de María, el burócrata aprendiz de funcionario balompédico, cambió las normas del buen vivir mundial al incorporar “el ordenador arbitral” para designar silbantes en cada uno de los partidos de primera división.

Dicho ordenador, aparentemente regido por principios matemáticos de equidad, evitó el derecho de veto que tenían los equipos sobre algunos silbantes, pero porpició (consecuencia de la frialdad de una computadora) que fuesen designados silbantes incapaces para partidos de alta tensión.

Los críticos, los entenadores, los mismos directivos que sostienen a don Decio, los jugadores y los aficionados, han sido testigos de auténticas barbaridades cometidas por el ordenador.

Con un América literalmente liquidado del torneo, producto de su mal funcionamiento, el “ordenador arbitral” cometió otro pecado: mandó a un árbitro propenso a manejar resultados a conveniencias de los poderosos para su duelo contra Tecos y las consecuencias se ven en los diarios sabatinos, que consignan cómo Armando Archundia influyó en el resultado del viernes pasado en el “3 de marzo”.
Las declaraciones del presidente del equipo zapopano, Antonio Leaño Reyes fueron más que elocuentes al terminar el partido. Recordó la jugada clave, donde una mala decisión de Archundia trajo consecuencias: “Era un tiro de esquina muy claro, marcó saque de banda y de ahí se derivó el segundo gol”.

Fue tan clara la acción, que 100 millones de personas en el país coinciden en que el árbitro se equivocó por una de dos razones: porque “errare humanum est” (errar es de humanos) o simplemente porque acudió al estadio con la intención de favorecer a las Águilas, a fin de prolongar su agonía en la liga.

Hace poco, en Monterrey, Luis Miguel Salvador se metió a la cancha para tratar de comerse a pedacitos al árbitro. Y semanas atrás, el presidente del Necaxa, Marco de Alba, hizo lo mismo porque el silbante le anuló dos goles legítimos a los Rayos.

Las torpezas de los nazarenos no son derivadas siempre porque se levantan con el pie izquierdo, sino porque no tienen la capacidad para manejar algunos partidos. En ocasiones el ordenador los manda a dirigir partidos para los cuales no deben ser designados. Así, en vez de poner orden, llegar a la cancha a sembrar el desorden.

Más que castigar a los árbitros enviándolos a la primera “A”, deberían de pedirle cuentas a don Decio sobre “el ordenador arbitral”, su testarudez en seguir con un procedimiento que no sólo comete innumerables tonterías, sino que para colmo está prohibido por la FIFA.

También deberían de atender otra sugerencia del máximo organismo, que pide para la presidencia de Comisión de Arbitraje de cada federación a un ex silbante internacional, de preferencia ex mundialista.

Leaño señaló aspectos que todos vimos en el partido: “Fueron faltas permanentes, constantes del América. Tendrían que haber terminado con nueve hombres porque varios jugadores estaban amonestados y por una jugada menor a nosotros nos expulsan. Me siento molesto, molesto, porque un árbitro así no puede venir a ayudar a un equipo como América”.

Le preguntaron a Antonio Leaño si el América ganó con la camiseta. Y fue enfático en su respuesta: “No, me ganaron con el silbato. Archundia 3, Tecos 1. Terminamos con la mitad del equipo amonestados por errores del árbitro y así no se puede”.

Obviamente Tecos enviará una protesta, que será archivada en el baúl de los recuerdos porque mientras siga vivo el “ordenador (de tonterías) arbitral”, creado por don Decio, seguirán las fallas en los juegos, así decidan el descenso o la coronación de un equipo.
“América no necesitaban que le dieran una manota como la que le dieron”, declaró el presidente de los Tecos, molesto porque ese viernes Tecos pudo resolver la calificación en su grupo, condenando al América a ir a la primera agencia de viajes que encuentren para planear sus largas vacaciones de fin de año. Pero el silbato de Archundia y el ordenador de tonterías de don Decio, decidieron otra cosa.

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