Deportes

A propósito

* Menosprecio

La semana pasada, la Conmebol tuvo la mesa servida para manipular, como ya lo ha hecho en el pasado, a favor de los intereses económicos —suprema ley, dicen, en estos asuntos de la pelota gallega—, la composición de los partidos de semifinales de la Copa Libertadores...

Tomando en consideración el historial de los cuatro equipos que llegaron hasta esa instancia, pudo haber allanado el camino para “la Final ideal”, entre un equipo de Argentina y uno de Brasil, porque esos países siguen siendo los gigantes del continente, cuando Boca Juniors y Fluminense sobrevivieron en sus respectivos compromisos. Pudo utilizar al América, de México, y al Liga Deportiva Universitaria, de Quito, como carne de los leones. Optó por dejar intacta la ruta que quedó planteada desde la siembra de los grupos. La consecuencia está a la vista: en la Final quedaron uno de los grandes históricos y uno de los modestos. (Y como dijo el que salió a la calle con un zapato negro y otro café: “¡...Y lo peor es que en casa tengo otro par igual!”).

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El caso es que no han faltado, inspiradas por la frustración, las expresiones de desdén hacia el América. Se le reprocha haber dejado pasar la oportunidad, que parecía servida en bandeja de plata, para llegar a la Final. Se asevera que es indigno que el representante de la actual potencia número 14 del futbol mundial, haya sido desplazado por un equipo de un país como Ecuador, al que despectivamente se coloca en los arrabales del mapa-mundi del esférico.

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Para denostar al América, se soslayan varios puntos...

Uno, que, después de todo, el equipo capitalino no perdió ante el cuadro ecuatoriano. Fue un renglón —una nimiedad, si así quiere verse— del sistema de competencia, el gol de visitante, el factor determinante.

Dos, que el repunte americanista en la Copa Libertadores, a partir del cese de Rubén Omar Romano y la designación de Juan  Antonio Luna como “bombero”, fue espectacular: el equipo que no ganaba ni por equivocación, pasó a ser, prácticamente de la noche a la mañana, invencible.

Tres, que la soberbia de quienes quieren seguir viendo al futbol de los países de norte, centro e incluso parte de Sudamérica por encima del hombro, los lleva a cometer dos errores: sobredimensionar lo mexicano... y menospreciar —salvo las inevitables excepciones— lo extranjero.

¡Peor para su orgullo...!

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