Deportes
* De hambre...
A propósito, por Jaime García Elías
Lo de siempre: se sobrestimó al “Tri”; se subestimó al rival; se dio por descontado que lo de ayer sería pan comido; se calculaba que el asunto se resolvería con una cuota mínima de media docena de goles...
*
La realidad, como ya se va haciendo costumbre, fue decepcionante. La teórica superioridad del futbol de México sobre el de Belice quedó de manifiesto, claro que sí. La pelota fue de los mexicanos durante 89 de los 90 minutos, ni quien lo dude... Sin embargo, volvió a resplandecer no sólo la escandalosa falta de contundencia de los últimos partidos de la “era” de Hugo Sánchez como técnico nacional, sino la absoluta inoperancia.
La primera --la falta de contundencia-- puede ser consecuencia de imperfecciones técnicas, de aciertos del adversario en el único lugar de la cancha que les preocupa --el marco propio y una mínima porción en torno suyo--... o incluso de la mala suerte, entendida como un conjunto de circunstancias adversas coincidentes. La segunda no se limita a la incapacidad de acertar en el último toque. La inoperancia puede incluir falta de personalidad o exceso de vicios técnicos, pero comienza en la falta de ideas colectivas.
*
A partir del presupuesto de que el adversario --Belice, en el caso de ayer-- defenderá con nueve y atacará (es un decir...) con dos, no basta con diseñar una formación desequilibrada hacia el frente: seis para atacar de manera permanente y cuatro para defender, como ocurrió ayer. Lo esencial es dar a los seis que estarán en posición de ataque, una serie de argumentos ofensivos que deben alternarse. Exactamente lo que faltó ayer... Atacar en masa, a ciegas, siempre por la misma ruta y siempre con el mismo método, hace previsibles los trazos y movimientos.
Por eso los mexicanos, ayer, sólo hicieron un disparo (de Guardado, de media distancia, desviado por el arquero) y sólo generaron un remate (la barrida de Vela, tapada por el guardameta beliceño)... y sólo acertaron, para mover el marcador, en dos lances circunstanciales, absolutamente afortunados: el tiro libre de Pérez que pegó en el palo y Vela remató a mansalva, y la barrida tardía de un defensa sobre Arce, para el penalty que Borgetti, en jugada de mero trámite, concretó.
(Triunfo de hambre. Nada, pues, como para salir a la calle a gritar que nos echen a “La Naranja Mecánica”...).
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La realidad, como ya se va haciendo costumbre, fue decepcionante. La teórica superioridad del futbol de México sobre el de Belice quedó de manifiesto, claro que sí. La pelota fue de los mexicanos durante 89 de los 90 minutos, ni quien lo dude... Sin embargo, volvió a resplandecer no sólo la escandalosa falta de contundencia de los últimos partidos de la “era” de Hugo Sánchez como técnico nacional, sino la absoluta inoperancia.
La primera --la falta de contundencia-- puede ser consecuencia de imperfecciones técnicas, de aciertos del adversario en el único lugar de la cancha que les preocupa --el marco propio y una mínima porción en torno suyo--... o incluso de la mala suerte, entendida como un conjunto de circunstancias adversas coincidentes. La segunda no se limita a la incapacidad de acertar en el último toque. La inoperancia puede incluir falta de personalidad o exceso de vicios técnicos, pero comienza en la falta de ideas colectivas.
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A partir del presupuesto de que el adversario --Belice, en el caso de ayer-- defenderá con nueve y atacará (es un decir...) con dos, no basta con diseñar una formación desequilibrada hacia el frente: seis para atacar de manera permanente y cuatro para defender, como ocurrió ayer. Lo esencial es dar a los seis que estarán en posición de ataque, una serie de argumentos ofensivos que deben alternarse. Exactamente lo que faltó ayer... Atacar en masa, a ciegas, siempre por la misma ruta y siempre con el mismo método, hace previsibles los trazos y movimientos.
Por eso los mexicanos, ayer, sólo hicieron un disparo (de Guardado, de media distancia, desviado por el arquero) y sólo generaron un remate (la barrida de Vela, tapada por el guardameta beliceño)... y sólo acertaron, para mover el marcador, en dos lances circunstanciales, absolutamente afortunados: el tiro libre de Pérez que pegó en el palo y Vela remató a mansalva, y la barrida tardía de un defensa sobre Arce, para el penalty que Borgetti, en jugada de mero trámite, concretó.
(Triunfo de hambre. Nada, pues, como para salir a la calle a gritar que nos echen a “La Naranja Mecánica”...).