Cultura
Más actual que nunca, Vasconcelos
Itinerario
Mañana se cumplen 50 años de la muerte de José Vasconcelos, uno de los hombres más visionarios del México contemporáneo. A la inteligencia de este pensador se deben grandes obras con las cuales fue posible el desarrollo cultural y el perfil del país que hoy conocemos.
Como político Vasconcelos fue un destacado activo en la transición que significó la lucha armada y el cambio de poderes: desde la huída de Porfirio Díaz hasta la Constitución de 1917 de la mano de Venustiano Carranza.
Alternó sus estancias en territorio nacional, con pausas largas en los Estados Unidos. Mantuvo una relación poco común con los grupos de dominio: unos meses era exaltado y reconocido para que a los días siguientes fuera denostado y perseguido.
Durante sus momentos de gloria supo, eficientemente, congregar a buen número de colaboradores que le permitiera proyectar y luego ejecutar los más grandes programas de divulgación de las artes que se hayan implementado.
Incomprendido por sus coterráneos pero con la confianza de sus superiores implantó como sistema de difusión nacional la corriente pictórica conocida como muralismo, con la cual consiguió una imagen creativa y vigorosa de una nación institucionalizada.
Vasconcelos quiso dar con este movimiento las características de la forma de vida criolla, en el que fuera posible observar los orígenes de la raza combinados con la sutiliza y la intensidad de lo exquisito, y con la magnitud de un pueblo que se emancipa para recuperar la esencia.
Otra de sus hazañas fue la promoción de la lectura. Intentó –con éxitos aún medibles- que las personas de todos los estratos sociales tuvieran a la mano la literatura universal; estaba convencido que esta era la forma más cotidiana y natural para que la gente ampliara su conocimiento, su bases educativas y su criterio.
Como autor, Vasconcelos es uno de los pilares de las letras mexicanas. Fue parte fundamental del grupo identificado como Ateneo de la Juventud, en el que se congregaron filósofos, escritores y artistas, quienes se perfilaron para influir en la vida pública del país ya pacífico.
La autobiografía intitulada Ulises criollo es la más nítida escena: ahí aparece el hombre
contradictorio que en ocasiones fue y en algunos momentos se vio obligado a ser.
Ideológicamente el trabajo de Vasconcelos sigue -en gran medida- sin ser llevada a la práctica, y ni siquiera ha sido tomado como timón partidista, y creo, que en su legado libresco, y más en su trayectoria como funcionario, se encuentran enormes respuestas al tiempo que -medio siglo después de su muerte- nos toca vivir.
Como político Vasconcelos fue un destacado activo en la transición que significó la lucha armada y el cambio de poderes: desde la huída de Porfirio Díaz hasta la Constitución de 1917 de la mano de Venustiano Carranza.
Alternó sus estancias en territorio nacional, con pausas largas en los Estados Unidos. Mantuvo una relación poco común con los grupos de dominio: unos meses era exaltado y reconocido para que a los días siguientes fuera denostado y perseguido.
Durante sus momentos de gloria supo, eficientemente, congregar a buen número de colaboradores que le permitiera proyectar y luego ejecutar los más grandes programas de divulgación de las artes que se hayan implementado.
Incomprendido por sus coterráneos pero con la confianza de sus superiores implantó como sistema de difusión nacional la corriente pictórica conocida como muralismo, con la cual consiguió una imagen creativa y vigorosa de una nación institucionalizada.
Vasconcelos quiso dar con este movimiento las características de la forma de vida criolla, en el que fuera posible observar los orígenes de la raza combinados con la sutiliza y la intensidad de lo exquisito, y con la magnitud de un pueblo que se emancipa para recuperar la esencia.
Otra de sus hazañas fue la promoción de la lectura. Intentó –con éxitos aún medibles- que las personas de todos los estratos sociales tuvieran a la mano la literatura universal; estaba convencido que esta era la forma más cotidiana y natural para que la gente ampliara su conocimiento, su bases educativas y su criterio.
Como autor, Vasconcelos es uno de los pilares de las letras mexicanas. Fue parte fundamental del grupo identificado como Ateneo de la Juventud, en el que se congregaron filósofos, escritores y artistas, quienes se perfilaron para influir en la vida pública del país ya pacífico.
La autobiografía intitulada Ulises criollo es la más nítida escena: ahí aparece el hombre
contradictorio que en ocasiones fue y en algunos momentos se vio obligado a ser.
Ideológicamente el trabajo de Vasconcelos sigue -en gran medida- sin ser llevada a la práctica, y ni siquiera ha sido tomado como timón partidista, y creo, que en su legado libresco, y más en su trayectoria como funcionario, se encuentran enormes respuestas al tiempo que -medio siglo después de su muerte- nos toca vivir.