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Qué día mamá, por Dios
GUADALAJARA, JALISCO (10/MAY/2010).- Sucede que con las fechas conmemorativas, en ocasiones es inevitable pensar en sus lados opuestos: si se celebra la Navidad, que es nacimiento, son evocadas aquellas escenas relativas a la muerte, y en el peor de los casos, en momentos extremos, como bien puede ser Auschwitz.
Lo mismo se presenta en este día, en el que la tradición mercadológica ha establecido recordar y festejar a la madre. Y ante ese concepto asoman infinidad de casos contrapuestos que, sobre todo, han sido expuestos por la literatura.
Siempre en este día me vienen las imágenes de la Carta a mi madre, de Juan Gelman, por ejemplo: “de tu amor tan estricto / así comí rabia y tristeza / nunca me pusiste la mano encima para pegar / pegabas con tu alma”.
Otro caso, es el de Georges Simenon que dejara inscrita dentro de su vasta obra, la frase que le dijera su madre cuando murió su hermano y que lo acompañaría por toda su vida: “-Qué pena, Georges, que fuera Christian el que muriese".
La relación con la madre ha sido uno de los tópicos más trabajados en las letras universales. Destacan por su alto grado excepcional los casos que rompen la regla que la sociedad impone o que la naturaleza asigna.
La sorpresa de la ficción siempre es menor al asombro que provoca la fuerza de la realidad: entre las relaciones madre-hijo de las letras en español, la memoria conduce al escritor argentino Jorge Luis Borges, quien se consagrara en tiempo, gustos y convicciones a lo que la madre le dictara, como en muchos momentos dejó asentado él mismo. Y sin embargo, luego de la muerte de la madre, en una entrevista televisiva, el memorioso Jorge se expresaba satisfecho de que su madre no hubiera llegado a los 100 años.
Entre los que más han conmovido en las más recientes semanas está el caso de la escritora Sapphire, con Push, llevada a la pantalla grande bajo el nombre de Preciosa, donde la madre permite y hace el abuso y la vejación de la hija.
Esta práctica involuntaria o consciente de evocar el lado opuesto a lo conmemorativo, permite un paréntesis para la reflexión sobre los valores de la sociedad en la que vivimos. Si bien la literatura es una guía más que ilustrativa de lo acontecido en la cotidianeidad y en lo imaginario, la crudeza “de carne y hueso” de las relaciones entre madre e hijo, quedan de manifiesto en los registros de los centros de atención al menor, en los nosocomios, en los centros de Desarrollo Integral de la Familia (DIF), y especialmente, en los juzgados de lo familiar, espacios todos en los que sobra la vida real como elemento básico para la creación de una literatura contundente sobre los vicios de la sociedad.
Lo mismo se presenta en este día, en el que la tradición mercadológica ha establecido recordar y festejar a la madre. Y ante ese concepto asoman infinidad de casos contrapuestos que, sobre todo, han sido expuestos por la literatura.
Siempre en este día me vienen las imágenes de la Carta a mi madre, de Juan Gelman, por ejemplo: “de tu amor tan estricto / así comí rabia y tristeza / nunca me pusiste la mano encima para pegar / pegabas con tu alma”.
Otro caso, es el de Georges Simenon que dejara inscrita dentro de su vasta obra, la frase que le dijera su madre cuando murió su hermano y que lo acompañaría por toda su vida: “-Qué pena, Georges, que fuera Christian el que muriese".
La relación con la madre ha sido uno de los tópicos más trabajados en las letras universales. Destacan por su alto grado excepcional los casos que rompen la regla que la sociedad impone o que la naturaleza asigna.
La sorpresa de la ficción siempre es menor al asombro que provoca la fuerza de la realidad: entre las relaciones madre-hijo de las letras en español, la memoria conduce al escritor argentino Jorge Luis Borges, quien se consagrara en tiempo, gustos y convicciones a lo que la madre le dictara, como en muchos momentos dejó asentado él mismo. Y sin embargo, luego de la muerte de la madre, en una entrevista televisiva, el memorioso Jorge se expresaba satisfecho de que su madre no hubiera llegado a los 100 años.
Entre los que más han conmovido en las más recientes semanas está el caso de la escritora Sapphire, con Push, llevada a la pantalla grande bajo el nombre de Preciosa, donde la madre permite y hace el abuso y la vejación de la hija.
Esta práctica involuntaria o consciente de evocar el lado opuesto a lo conmemorativo, permite un paréntesis para la reflexión sobre los valores de la sociedad en la que vivimos. Si bien la literatura es una guía más que ilustrativa de lo acontecido en la cotidianeidad y en lo imaginario, la crudeza “de carne y hueso” de las relaciones entre madre e hijo, quedan de manifiesto en los registros de los centros de atención al menor, en los nosocomios, en los centros de Desarrollo Integral de la Familia (DIF), y especialmente, en los juzgados de lo familiar, espacios todos en los que sobra la vida real como elemento básico para la creación de una literatura contundente sobre los vicios de la sociedad.