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Astillas de Orozco

La Academia de San Carlos entró en una huelga revolucionaria a partir del 28 de julio de 1911, año conocido como de las libertades. El comité ejecutivo de los huelguistas visitaba las redacciones de los periódicos con la finalidad de externar sus oposiciones, entre las que destacaban la reglamentación escolar y su inclinación estética a corrientes que calificaban de conservadoras, así como su rechazo a los “científicos” de la escuela, la defensa de la democracia y su lucha por una Constitución. Entre los principales delegados que asumían este papel promocional aparecía el nombre de un tal José Clemente Orozco.

Fue desde San Carlos que, en 1913, Orozco, tímidamente, impulsaba la continuidad de talleres al aire libre -con base en moldes de yeso y modelos indígenas vivos- que habían sido formas de trabajo académico durante la huelga, y que permitieron un breve auge del paisajismo, como último estertor del academismo de la vieja San Carlos.

Sin embargo, el Dr. Atl desde 1910 venía formando a los más jóvenes, entre los que se contaba a Rivera y Orozco, a sustituir las tendencias plásticas, dando como ejemplo y punto de partida, la creación del Círculo artístico, que tuviera como objetivo desarrollar grandes murales, en espacios públicos.

Al tomar la decisión de seguir a Venustiano Carranza y recorrer la realidad del país, como su compromiso político, Orozco cambió los moldes de yeso por los cuerpos colgados y fusilados de la Revolución.

Orozco llega para formar el trío mayor en la Escuela Preparatoria, en julio de 1923: en los muros que miran al patio pintó, al fresco, el tema de la Revolución mexicana, mientras que en la escalera del edificio principal plasmó la fusión racional de indígenas y españoles.

José Clemente Orozco marcó un punto y aparte aún dentro del muralismo, por su distinción plástica en obra y apreciación pictórica en la teoría, y como ninguno supo exponer en el muro y en el papel, la coherencia del trabajo artístico y su único compromiso con la estética, como rama de la filosofía.

Orozco regresa a Guadalajara para pintar de 1936 a 1939, los muros y cúpula, al fresco, del Paraninfo Enrique Díaz de León de la Universidad de Guadalajara, con imágenes de líderes corrompidos y el hombre pentafácico, respectivamente; en ese mismo periodo pinta el muro de la escalera principal del Palacio de Gobierno con la figura del libertador Miguel Hidalgo; y dentro de esas fechas, incurre con una serie de frescos los entramados de La Conquista en el Instituto Cultural Cabañas, para rematar en la cúpula de la Capilla que lleva ahora el nombre del pintor, con la figura magna y más difundida de su obra: El hombre de fuego. Es hasta 1948 que pinta los murales de la antigua Cámara de Diputados (área interna de Palacio de Gobierno, parte alta), donde plasmó a un Hidalgo en la máxima acción de libertad para las Américas: la firma del decreto de la abolición de la esclavitud; trabajo que terminó el mismo año de su muerte, acaecida en 1949.

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