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El peso culto

GUADALAJARA,JALISCO.- Mucho se ha afirmado sobre el potencial económico que conlleva un producto o servicio cultural. Entre lo más comentado se cita que el 8% de los ingresos nacionales proceden de este ámbito.

Sin negar la importancia de este porcentaje, se debe hacer conciencia que en él se contempla el derrame financiero que propician las telecomunicaciones, las cuales, si bien contribuyen en el desarrollo cultural del país y sin ellas difícilmente se podría gozar de la dinámica que se goza, en estricto sentido, son punto y aparte de los productos y servicios, también es necesario que visualicemos dentro del mapa de las artes populares y de las distintas manifestaciones artísticas, -incluido el turismo- como materia prima de las industrias culturales.

Bajo esta clasificación, aun así, la aportación del mercado cultural a la economía nacional conserva un lugar importante. Lo suficiente como para que dentro del país, los empresarios más visionarios estén convencidos de que un campo descuidado que no implica más gastos de inversión, más que los de la producción, es el que representan los artistas con su trabajo creativo.

Esta ha sido una de las premisas de necesidad nacional, someramente discutida, en la reciente presentación del libro Un futuro para México, de los escritores Jorge G. Castañeda y Héctor Aguilar Camín.

En Jalisco -como alguna vez lo expresara el político Eugenio Ruiz Orozco- el liderazgo en cualquier rama, incluida la empresarial, no es fácil por el perfil conservador y su consecuente falta de riesgo.

De ahí que la importancia de que el sector cultural sea tomado en serio como una variable de potencial económico para el desarrollo del Estado; debiera originarse en la integridad de una política pública sustentada, respaldada y fomentada desde las autoridades. Así como en su momento se tuvo la visión sobre el tequila como elemento generador de economía desde la nominación de origen, igual puede pasar con los grandes valores de la cultura jalisciense y sobre todo, con los productos y servicios que de este quehacer se desprende.

El reto se ha demostrado con inobjetable éxito económico, por instancias públicas como la propia Universidad de Guadalajara ( UdeG), con la apuesta a la infraestructura cultural. El Estado bien puede dar el impulso necesario para que más de un empresario abra brecha en una de las seguras fuerzas de la economía local.

Esta es sólo otra razón de peso –contante y sonante- para que la cultura sea considerada en la agenda de Gobierno.

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