Cultura

Itinerario

Por un trato rentable

Difícil panorama el que se vislumbra para el próximo año luego de conocer las decisiones tomadas en la Cámara de Diputados. Más complicada se muestra la situación si se considera que antes de los tan anunciados incrementos a los impuestos, ya se hablaba -y ya casi se concreta en el Congreso Local- de las bajas en los presupuestos destinados al rubro cultural.

Lo anterior, más allá de lo impositivo que resulta para el ciudadano común y corriente, se agrava para aquel que tiene objetivos de desarrollo artístico y más, cuando esos objetivos se enmarcan en el trabajo de una agrupación de artistas o grupo de profesionales dedicados a la cultura.

Un caso de esos representan las asociaciones civiles, los organismos no gubernamentales, algunas fundaciones y demás conjuntos de artistas que se cohesionan con el único fin de vivir de su trabajo a la vez que ofrecen a la comunidad una propuesta de recreación, reflexión y autocrítica, variantes inherentes a su labor de artistas.

Los ejemplos de estas agrupaciones que logran sobrevivir son varios, pero nunca muchos. Y cada vez menos. Las razones que los anulan sí son muchas y cada vez más. Una de ellas los nuevos impuestos. Pero otras y quizá más dañinas por ser todavía más caseras, son las imposiciones que les llegan por parte de las autoridades municipales, las cuales, lejos de facilitar e incentivar la apertura de espacios para el desarrollo de la cultura, obligan a recorrer un proceso administrativo que pareciera que busca desanimar del propósito: muestra de estos vericuetos son los requerimientos que se exigen a una centro cultural como se le requiere a cualquier otro giro comercial entre los que se contempla un margen de lucro fuera de la realidad.

Algo se ha hecho al respecto con el logro de que en Padrón y Licencias del Ayuntamiento tapatío, al menos se cuente ya con una figura de giro cercano a lo que es una agrupación con fines de difusión cultural; sin embargo esta conquista dista mucho de la verdadera necesidad de quien se propone abrir un espacio para la promoción y recreación cultural.

Un buen y certero diagnóstico de aquellos espacios que verdaderamente se entregan a una labor artística, podría ser el primer paso para que las autoridades municipales contemplaran un enfoque diferente, más realista en cuanto a la tramitología para la apertura de estos lugares; y por otra parte, se vuelve necesaria la sensibilidad de quien gobierna, para entender que estos espacios de la recreación, donde el ciudadano tiene la oportunidad de disfrutar de una buena obra de teatro, o disfrutar de un montaje de danza, o apreciar un buen concierto, son completas células sociales que bien merecen ser contempladas bajo una política pública de alta participación ciudadana.

Los mecanismos de operación de estos grupos se dan de manera espontánea pero respaldada, por lo menos, en 40 años de tradición de grupos artísticos bien definidos en la localidad; la red se ha ido estableciendo conforme el desarrollo de cada grupo y la conquista de los poquísimos espacios para el fin cultural; la fuerza de trabajo y la opción laboral que representan no es nada despreciable y menos en tiempos de desempleo y carga de mayores impuestos; la oferta que tienen en manos nadie, ningún artista de ningún otro lugar, puede ofrecerla a los tapatíos, y menos con calidad y entrega con la que los artistas de Guadalajara lo hacen. Falta, eso sí, la voluntad política, de incluir a este rubro doblemente rentable, a la vida económica de la ciudad.

Temas

Sigue navegando