Cultura
Itinerario
Habemus museo de arte sacro
Luego de más de una década de gestión, la milicia ha cedido a la petición del Estado de Jalisco para que el edificio de la V Región Militar sea convertido en museo.
La ubicación del inmueble es inmejorable para convertirlo en un espacio que sea visitado por propios y extraños. La arquitectura tiene mucho que ofrecer y más en su contexto, dentro de una zona de Guadalajara en la que las casas habitación son muestras de experimentos arabescos. Pero por otra parte y con más significado para los tapatíos, ha sido una zona de vocación religiosa: el inmueble se construyó entre 1720 y 1733 para ser la sede de monjas agustinas y posteriormente fue Seminario; a sus espaldas se localiza el templo de Santa Mónica; y enfrente, donde se encuentra la Preparatoria de Jalisco, estuvo la sede de los filipinos, junto con su templo, extendido hasta la otra manzana.
El edificio está ubicado sobre la calle de Zaragoza, entre San Felipe, Reforma y Santa Mónica, que en alusión a sus calles, siempre estuvo dividido entre lo gubernamental y lo religioso. Y el cambio que tuviera en 1914, cuando el general Álvaro Obregón lo destinó para la milicia en plena revolución, llega a su término para que, en apego a su tradición de cambio de manos entre el gobierno y la iglesia, se especule, lo suficientemente justificado, sobre el uso o vocación futura que el inmueble tendrá por parte de la iglesia católica.
Los escenarios son pocos o diríamos casi único, en caso de que fuera la Arquidiócesis de Guadalajara la que tomara las decisiones sobre el ya casi nuevo edificio de Zaragoza: la necesidad que en materia de cultura y difusión ha dejado clara e insistentemente el cardenal Juan Sandoval Íñiguez, es la de crear un recinto adecuado para la promoción del arte sacro de Guadalajara. Su ausencia quiso cubrirse con un área considerable de El Sagrario pero que acabó por ser insuficiente. La necesidad mayor se agravó cuando estados como Zacatecas y Aguascalientes mostraron mejores y mayores espacios que Guadalajara para exponer la riqueza museística sobre la Cristiada; recientemente y con mayor premura que nunca el proceso de la construcción del Santuario de los Mártires exige un museo que venga a cubrir estas necesidades de culto y promoción turística religiosa.
El probable elemento que pudiera echar por la borda el anterior escenario que daría vocación nueva al edificio de la V Región Militar, no es el motivo de su donación, como se ha argumentado, como es la celebración del Bicentenario de la Independencia o Centenario de la Revolución; tampoco el hecho de que el centro de la ciudad esté lleno de museos mal atendidos y en el borde de su desaparición; ni siquiera el hecho de que el edificio, de estilo arquitectónico ecléctico, esté lo más alejado de una infraestructura para exhibir arte sacro; no. Lo único probable que pudiera venir a derribar lo más que acordado entre Gobierno del Estado y Arquidiócesis de Guadalajara es que el acervo que se tenga proyectado esté disponible ya sea por donación, comodato o cualquier otra vía que facilite su exhibición y protección de derechos de propiedad.
La ubicación del inmueble es inmejorable para convertirlo en un espacio que sea visitado por propios y extraños. La arquitectura tiene mucho que ofrecer y más en su contexto, dentro de una zona de Guadalajara en la que las casas habitación son muestras de experimentos arabescos. Pero por otra parte y con más significado para los tapatíos, ha sido una zona de vocación religiosa: el inmueble se construyó entre 1720 y 1733 para ser la sede de monjas agustinas y posteriormente fue Seminario; a sus espaldas se localiza el templo de Santa Mónica; y enfrente, donde se encuentra la Preparatoria de Jalisco, estuvo la sede de los filipinos, junto con su templo, extendido hasta la otra manzana.
El edificio está ubicado sobre la calle de Zaragoza, entre San Felipe, Reforma y Santa Mónica, que en alusión a sus calles, siempre estuvo dividido entre lo gubernamental y lo religioso. Y el cambio que tuviera en 1914, cuando el general Álvaro Obregón lo destinó para la milicia en plena revolución, llega a su término para que, en apego a su tradición de cambio de manos entre el gobierno y la iglesia, se especule, lo suficientemente justificado, sobre el uso o vocación futura que el inmueble tendrá por parte de la iglesia católica.
Los escenarios son pocos o diríamos casi único, en caso de que fuera la Arquidiócesis de Guadalajara la que tomara las decisiones sobre el ya casi nuevo edificio de Zaragoza: la necesidad que en materia de cultura y difusión ha dejado clara e insistentemente el cardenal Juan Sandoval Íñiguez, es la de crear un recinto adecuado para la promoción del arte sacro de Guadalajara. Su ausencia quiso cubrirse con un área considerable de El Sagrario pero que acabó por ser insuficiente. La necesidad mayor se agravó cuando estados como Zacatecas y Aguascalientes mostraron mejores y mayores espacios que Guadalajara para exponer la riqueza museística sobre la Cristiada; recientemente y con mayor premura que nunca el proceso de la construcción del Santuario de los Mártires exige un museo que venga a cubrir estas necesidades de culto y promoción turística religiosa.
El probable elemento que pudiera echar por la borda el anterior escenario que daría vocación nueva al edificio de la V Región Militar, no es el motivo de su donación, como se ha argumentado, como es la celebración del Bicentenario de la Independencia o Centenario de la Revolución; tampoco el hecho de que el centro de la ciudad esté lleno de museos mal atendidos y en el borde de su desaparición; ni siquiera el hecho de que el edificio, de estilo arquitectónico ecléctico, esté lo más alejado de una infraestructura para exhibir arte sacro; no. Lo único probable que pudiera venir a derribar lo más que acordado entre Gobierno del Estado y Arquidiócesis de Guadalajara es que el acervo que se tenga proyectado esté disponible ya sea por donación, comodato o cualquier otra vía que facilite su exhibición y protección de derechos de propiedad.