Cultura

El desencanto de Áurea

En el taller “Los monstruos come cuentos” de FIL niños, los pequeños interactúan con la fantasía

GUADALAJARA, JALISCO (30/NOV/2010).- Áurea es la única capaz de mantener fija la atención de esos 15 niños que tienen un monstruo en la mano, o por lo menos eso les han dicho que es un calcetín adornado con dos botones que hacen las veces de ojos y un poco estambre en la punta como si fuera peluca; ahora entendemos que los niños se han embadurnado un monstruo en el brazo.

Áurea les dice que el monstruo debe brincar y ellos, los niños que no paran de picarle los ojos a su monstruo, brincan. El monstruo debe rugir y ellos imitan al rey de la selva, el monstruo debe temblar y ellos tiritan. Cada grito de Áurea es acción instantánea.

Afuera del taller “Los monstruos come cuentos” de FIL niños hay espacio para que las madres platiquen de todo menos de libros. Y también está ella, Rosa, una niña sentada en el regazo de su madre pues no es demasiado chica como para estar brincando dentro de un corral ni tan grande como para andar correteando autores en los salones de la FIL.

La historia termina cuando Belinda, una de las niñas dentro del corral, ha dejado de brincar y de rugir y de temblar; los ojos se le están llenando de lágrimas y Áurea ha perdido su atención. ¿El motivo? Belinda necesita ir al baño y no encuentra a su mamá.

EL INFORMADOR / OMAR GARCÍA

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