Viernes, 19 de Abril 2024

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Por: EL INFORMADOR

Año tras año, desde hace décadas, estamos advertidos que el sistema va a estallar sin que pase nada. Quizá por eso, desde 1968, los presidentes han llegado a límites que antes parecían inconcebibles, como si se hubieran convencido que el sistema es invulnerable, pateable, irrompible. A este respecto, recordamos la llamada Ley de Murphy, un aforismo científico que afirma que todo lo que puede fallar, fallará. No hay sistemas a prueba de errores fatales. Menos aún los sistemas mayúsculos, complejos, interconectados, y así, paradójicamente vulnerables a errores muy pequeños, que pueden tener efectos desproporcionados, como en los grandes apagones de inmensas redes eléctricas.

En los últimos años, el sistema político mexicano se ha vuelto aparatoso, interconectado, mayúsculo, ineficaz, y por lo mismo vulnerable a circunstancias fuere de su control, que pueden tener efectos incalculables.

El porfiriato, aparentemente sólido y poderoso, estalló precisamente el año en que festejaba su longevidad, parece una ironía de la historia, un sarcasmo casual, y acaso una advertencia para el año 2010 en que se festeja la longevidad de la Revolución. La coincidencia quizá resulte preocupante para muchos. Observadores de nuestra realidad han concluido que el sistema está tan gastado que ya no corresponde a las nuevas circunstancias; se ha vuelto un paquidermo corpulento lleno de parches, apoyos ortopédicos, interconexiones, bypasses, marcapasos, duplicaciones; está sobrecargado, y cada día se le exige más como si no tuviera límites. Lo deseable para evitar una cíclica convulsión social, es emprender una revisión integral de nuestro sistema al margen de absurdas pugnas partidistas. Pero... ¿seremos capaces de tal hazaña?

En México, en los cargos administrativos y de elección popular, el poder público, frente a la mesa de dominó, es quien mueve las fichas y hace la sopa, para sacar las mismas “mulas” de siempre.

Voltaire, el filósofo y dramaturgo francés, fue encarcelado en La Bastilla, acusado de difamar a Felipe III de Orleans, regente de Francia durante la minoría de edad de Luis XV. En su poema “Edipo”, criticó acremente al regente, alcanzando tal éxito, que éste lo perdonó. Cuando Voltaire fue citado a palacio, al agradecerle su liberación, el monarca le respondió: “De ahora en adelante sea más prudente y yo me ocuparé de vos”, a lo que el literato respondió: “Gracias, señor, no os molestéis en buscarme alojamiento de nuevo”.

Cada persona, como cada pueblo, tiene su propia personalidad, su código genético.

FLAVIO ROMERO DE VELASCO / Licenciado en Derecho y en Filosofía y Letras.
Correo electrónico: r_develasco22@hotmail.com

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