Jueves, 28 de Marzo 2024

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Pergeño

Por: EL INFORMADOR

Un fracaso llamado Chivas

Uno de los más conocidos “antichivas”, Carlos Reynoso, le puso el sábado al equipo del Guadalajara una enorme oportunidad en bandeja de plata para que éste clasificara a la Liguilla del futbol mexicano de Primera División. El conjunto comandado por el “maestro” chileno, los modestos Gallos Blancos del Querétaro, golearon 4-0 al San Luis, y le abrieron la oportunidad a los rojiblancos de calificar con sólo ganar su partido ante Cruz Azul por cualquier marcador.

Pero no ocurrió así. Los jugadores de Chivas no sólo no fueron capaces de anotarles aunque fuera un gol a los azules, sino que en el último minuto recibieron uno y terminaron perdiendo, humillados y expulsados de la Liguilla.

Es, dicen las crónicas deportivas, la tercera Liguilla consecutiva a la que no asisten las Chivas. El equipo más popular del país no es protagonista del verdadero torneo futbolero de México y todo es producto de una feria de engaños a la que ha sometido el dueño del equipo a sus seguidores, que son legión.

Desde que se hizo del club, Jorge Vergara se ha dedicado a vender espejitos a los millones de aficionados Chivas que hay en el país (y fuera de sus fronteras), prometiendo que haría de los rojiblancos el mejor equipo del mundo, que traería a la dirección al mejor técnico, que conquistaría un rosario de campeonatos, que instalaría al conjunto en el mejor estadio del país. De todo eso, apenas está en condiciones de cumplir, y a medias, la última promesa; el campo de Chivas está muy cerca de ser realidad, pero al parecer Santos le ha tomado la delantera y ha estrenado un inmueble de primer mundo, muy por encima del que tendrán los rojiblancos.

El fondo de este asunto está más allá de lo estrictamente futbolístico. Una institución como el equipo de Chivas ha sido edificada durante décadas por generaciones de personas que han empeñado sus vidas para darle satisfacciones deportivas a millones de mexicanos, y no es admisible que llegue alguien con un plan de negocios a engrosar la chequera a costa de lucrar con una marca que seguramente es de las cinco más arraigadas en la mentalidad de un mercado ávido de logros, de éxitos, de conquistas que le alimenten un sentido de identidad, una convicción de que se puede ser triunfador.

Las palabras que derrama el dueño de Chivas a donde quiera que va, se han convertido en un discurso hueco, en una perorata vendedora de ilusiones. ¿Cuántos directivos, cuántos técnicos, cuántos jugadores de valía han tenido que dejar las filas de Chivas por berrinches, por caprichos, por desplantes del dueño del balón? ¿Y la afición? Todavía fiel, pero quién sabe si por siempre.

El sábado por la noche, en el Estadio Jalisco, las palabras cayeron como plomo: “Sí, sí es un fracaso, que Chivas no clasifique sí es un fracaso. Las Chivas deben de estar clasificando siempre en cada torneo, no me queda la menor duda, por ser un equipo con tanta convocatoria, con tanta entrega de sus aficionados”. Lo dijo Rafael Lebrija. A ver si no desata la ira del mandamás…

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