Viernes, 29 de Marzo 2024

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Marchas

Por: EL INFORMADOR

ENTRE VERAS Y BROMAS           

Las que van, señor..., ¡y las que faltan!

—II—

Se trata de marchas, bloqueos, manifestaciones, similares, conexos y derivados. Las de ayer y anteayer, por ejemplo... Primero, menos de un centenar de comerciantes caminaron desde el templo de Aránzazu hasta la Presidencia Municipal, y se apoderaron de dos carriles de circulación de la calle Hidalgo, para inconformarse contra los inspectores de tianguis que les impiden instalarse alrededor de los mercados Libertad y Felipe Ángeles. Más tarde, algunas decenas de comerciantes del “Tianguis Cultural”, molestos porque el Ayuntamiento permitió que comerciantes de géneros muy diversos lo contaminaran. Después, tanto el lunes como el martes, un centenar de trabajadores del Poder Judicial bloquearon el cruce de las avenidas Juárez y 16 de Septiembre y desquiciaron el tráfico, en demanda de un aumento salarial y de autonomía en la administración de las multas que aplica. Por la tarde, un centenar de miembros de una agrupación “campesina” se manifestaron en demanda de vivienda, e impidieron durante algunas horas la circulación de vehículos frente a Palacio de Gobierno.

En la agenda, al margen de lo que surja espontáneamente, para el viernes por la tarde está programada una procesión religiosa —la celebración del Corpus Christi, a fin de “reavivar y exaltar la fe en la presencia de Jesús en la eucaristía”— desde el Templo Expiatorio hasta Catedral, que (anticipan las notas periodísticas) “traerá caos vial” en varias avenidas céntricas. Y para el día 27 —una semana antes de las elecciones—, a las 10:00 de la mañana, varias organizaciones no gubernamentales promueven “La Marcha del Hartazgo”, para exhortar a los ciudadanos a no votar por los candidatos del Partido Acción Nacional...

—III—

Se supone que todas las demandas, planteamientos y consignas de tales manifestaciones son legítimas. Es obvio que todas ellas están enmarcadas en el Artículo 9o. de la Constitución. En compensación, habida cuenta de que el ejercicio de los derechos de las minorías implica un atropello alevoso de los derechos de las mayorías, y de que bastaría con reglamentar o reformar algunas leyes para que los derechos de todos quedaran a salvo, cabrían dos preguntas. Una: ¿Para qué demontres se supone que sirven los diputados...? Y dos: ¿Queda claro por qué el ciudadano común, que sólo quiere vivir en santa paz, vomita al aparato gubernamental, que tan ineficiente —y tan costoso, sobre todo— le resulta...?

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