| La segunda revolución Por: EL INFORMADOR 7 de junio de 2008 - 23:00 hs Hace ya más de ocho años que la sociedad mexicana inició su segunda revolución, casi con la misma intención que la primera, es decir, la búsqueda de una democracia auténtica y efectiva. Si consideramos que tanto la obra de Francisco Madero como la de Vicente Fox, fue hacer valer el voto popular y en consecuencia derrocar a la dictadura, personal en el caso de Porfirio Díaz, de partido en el caso más reciente, las similitudes se hacen relevantes; también en lo que mira a las gestiones de los líderes que estas revoluciones llevaron al poder. Pero hay novedades; la sociedad mexicana no ha permanecido estática, importantes sectores del país no han dejado de evolucionar y hacer evolucionar las estructuras de la nación, por eso el triunfo inicial de esta nueva revolución ha sido pacífico, y el trayecto sexenal se pudo concluir. Claro que en ello operaron muchos otros factores tanto internos como externos. No obstante, es también evidente que esta revolución no ha concluido ni debe concluir todavía; en estos ocho años se han revelado nuevos actores que con todo oportunismo han buscado llenar los vacíos dejados por el anterior sistema, no en provecho del desarrollo nacional, sino de los intereses de la propia camarilla, me refiero explícitamente a los partidos políticos, que se han adueñado del Poder Legislativo y desde esa trinchera pretenden mantener el estado de postración que vive México, abandonando cínicamente hasta el menor sentimiento de patriotismo y compromiso social que les pudiese quedar. Bastante bien informados, por esta única ocasión, de las posibilidades que les da su sitio, se han dedicado sistemáticamente a sabotear los logros alcanzados por la sociedad en materia de transparencia, ejercicio democrático y gestión de las finanzas públicas, para asegurarse un poder total que no les corresponde, y que por lo mismo se convierte en usurpación. Acción y propósito para el cual queda superada toda diferencia entre los partidos, cuyas difuntas ideologías han sido hábilmente remplazadas por el cúmulo de sus intereses. La ausencia legal de mecanismos que puedan poner freno a esta situación, y la renuencia unánime de los congresos para legislar en ésta y otras materias relativas a la rendición de cuentas, a la evaluación de capacidades para desempeñar los puestos públicos, a las posibilidades jurídicas del plebiscito, al control de los salarios que a sí mismos se otorgan los funcionarios, así como de sus gastos, y la misma revocación de mandato, son tareas pendientes que la revolución pacífica iniciada hace ocho años no debe descuidar, a riesgo de que este carácter se modifique en perjuicio de todos. Paradójicamente, si en la primera revolución, la maderista, el objetivo fue hacer funcionar a los partidos, en la revolución que actualmente vivimos aparece cada vez más claro que el objetivo tendrá que ser la profunda reforma tanto de los partidos como del mismo Poder Legislativo, hoy día pozo sin fondo de los recursos públicos, pero sobre todo, pozo sin agua. ARMANDO GONZÁLEZ ESCOTO / Licenciado en Historia. Recibe las últimas noticias en tu e-mail Todo lo que necesitas saber para comenzar tu día Registrarse implica aceptar los Términos y Condiciones