Miércoles, 05 de Noviembre 2025

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Festival

Por: EL INFORMADOR

ENTRE VERAS Y BROMAS

Aforismo perogrullesco: “Lo malo de lo bueno es que uno siempre quiere más”.

Viene al caso por la décimo primera edición del Festival Cultural de Mayo (FCM), al que el viernes se dio el cerrojazo. El éxito de público, especialmente para los conciertos, recitales y las dos funciones de ópera presentados en el Teatro Degollado, sugieren, por una parte, que 11 años han sido suficientes para que el FCM eche raíces; por la otra, es indicio de que, sin detrimento de la predilección mayoritaria hacia otras manifestaciones más o menos artísticas, es insostenible la despectiva aseveración de que el de Guadalajara y anexas es “público de palenque”.

—II—

El “tour de force” de Christian Leotta (a quien se augura un lugar entre los inmortales del teclado), de ejecutar —magistralmente, además— las 32 sonatas  para piano de Beethoven en ocho sesiones, sería, tal vez, el referente por excelencia de este recién concluido undécimo Festival, que tuvo a Alemania como país invitado. A muy corta distancia se quedarían el concierto inaugural, a cargo de la Orquesta de Cámara de Stuttgart; el recital de piano de Markus Groh; la presentación del ensamble y coro Balthasar-Neumann y del Cuarteto Vogler; los conciertos en que participaron los violoncellistas Johannes Mosser (con el concierto de Dvorak) y Daniel Müller-Schott (con obras de Bruch y Saint-Saëns), y el de clausura, con el violinista Ingolf Turban y sus interpretaciones —antológicas, para quienes tuvieron la fortuna de presenciarlas— de Mendelssohn y Paganini.

—III—

Capítulo aparte merece, por la audacia que implica y el esfuerzo y la calidad que exigen, la puesta en escena, por primera vez en Guadalajara, de “Fidelio”, la única ópera de Beethoven. Y aunque la producción tuvo gazapos espectaculares (un texto de Carlos Montemayor que cabía en el programa de mano pero no a guisa de exordio —ampuloso, largo, tedioso...— de los actos primero y segundo de la obra; el nivel irregular de los solistas, con los bajos Kurt Rydl —excelente— y Andreas Scheibner en los extremos; algunos simbolismos escenográficos indescifrables y de discutible buen gusto...), la osadía del estreno invita a calificar con benevolencia el estreno.

De Japón —el invitado del año próximo— ya habrá ocasión de hablar...

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